sábado, 11 de octubre de 2008

LA PÉRDIDA DE SANGRE




Somos el animal que huye herido

dejando, a su paso, sobre las hojas
de la hierba, sobre la tierra pelada
y las piedras, tibias gotas encarnadas
que el frío a la noche cristaliza
y el sol de la mañana evapora...
Neoclásico, un símbolo de fácil conversión
que la mente fijó en versos blancos
mientras el resto de mí, por su cuenta,
conducía a lo largo de una calle despejada.
Y así como el ingeniero sigue sus cálculos
al lavarse las manos, y los interrumpe
para atender el teléfono,
con las maniobras para estacionar
frente al portón de Hebraica
-el candelabro de siete brazos temblando
en el espejo retrovisor- la estrofa,
como la sangre misma de la que trataba,
sobre los viejos adoquines recalentados
de la pendiente, se evaporó...
Entré al edificio, no esperé a que llegara
el ascensor y subí las escaleras;
algo en la oscuridad me rozó la frente,
haciéndome un tajo: la arista
-luego supe- de un batiente recién pintado
que había quedado abierto.




Daniel García Helder (Argentina, Rosario, 1961)



2 comentarios:

Anónimo dijo...

En ocasiones nos enteramos tarde del porqué de las cosas, en otras ni siquiera hay un porqué. La vida es en sí un curso misterioso, al cual le damos impulso; éste a veces, resulta funesto o algo que introduce cambios en lo que vendrá.
Un abrazo para Marcelo de xavier.

Marcelo dijo...

Curioso lo que decís. Las imágenes del poema de Helder parecen haberte motivado esas reflexiones que hacés, lo cual de por sí, está muy bueno. La poesía que nos moviliza, también nos interpela y a veces nos propone nuevas preguntas. Gracias por tu comentario.
Otro abrazo para vos