sábado, 19 de julio de 2008

UN SUPERMERCADO EN CALIFORNIA





Qué pensamientos tengo de ti esta noche, Walt Whitman, luego de sumergirme en callecitas laterales
bajo los árboles, con aquel dolor de cabeza y conciencia de mí mismo y mirando la luna
llena.
¡En mi hambrienta fatiga, queriendo comprar imágenes, entré al supermercado de frutas de neón,
soñando con tus enumeraciones!
¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras de compras en mitad de la noche! ¡Pasillos
repletos de maridos! ¡Esposas entre las paltas, bebés en los tomates! —y tú, García torca,
¿qué hacías allí abajo al pie de las sandías?
Te vi, Walt Whitman, sin hijos, viejo glotón solitario, hurgar entre las carnes del refrigerador y
lanzar esas miradas a los muchachitos de los comestibles.
Te oí hacer preguntas de cada cosa: ¿Quién asesinó a las chuletas de cerdo? ¿A qué precio las bananas? ¿Eres tú mi Ángel?
Vagué acercándome y alejándome a las brillantes pilas de latas, siguiéndote y seguido en mi
imaginación por el detective del mercado.
Recorrimos a zancadas los abiertos corredores, juntos en nuestro solitario capricho, probando los
alcauciles, poseyendo cada exquisitez congelada, y no pasando jamás por caja.
¿Adónde nos dirigimos, Walt Whitman? Las puertas cierran en una hora. ¿En qué dirección apunta tu barba esta noche?
(Toco tu libro y sueño con nuestra odisea en el supermercado — y me siento absurdo.) ¿Caminaremos toda la noche a través de calles solitarias? Los árboles suman sombra a la sombra,
luces apagadas en las casas, ambos estaremos solos.
¿Pasearemos soñando con nuestra perdida América de amor delante de azules automóviles en sus vías de acceso, de regreso a nuestra cabaña silenciosa?
Ah, padre querido, barba gris, solitario maestro del antiguo coraje, ¿qué América conociste cuando Caronte dejó de empujar su barca y tú te fuiste a la humeante ribera y allí quedaste
contemplando al bote desaparecer en las negras aguas del Leteo?


Allen Ginsberg (E.E.U.U., Newark, 1926- NuevaYork, 1927)

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