Lo recuerdo muy bien. Yo habré tenido
Veinte años: el día en que mi padre
Renunció a su rutina de ejercicios
(las sesiones de trote por el parque
cada mañana, excepto en Navidad;
sus arduas calistenias vespertinas
cuando llegaba a casa del trabajo;
los partidos de tenis con amigos
los martes y los jueves); ese día
no fue a correr, no hizo abdominales
y tiró el buzo viejo con capucha
que no lavaba nunca y que había usado
a sol y a sombra todos estos años
sin pausa (en el invierno como abrigo,
y en el verano para transpirar);
habrá sido un alivio, pero fue
más bien la aceptación de una derrota:
como en esos programas de concursos
en que la gente tiene que apoyar
las manos sobre un auto y no sacarlas
de ahí; los que se van cansando pierden,
y el último que queda gana el auto.
Keynes
a mi abuelo Donald
Cuando en la secundaria nos hablaron
de las teorías de John Maynard Keynes
y de cómo el entonces presidente
Roosevelt se inspiró en ellas para idear
el célebre New Deal, que sacaría
de la Gran Depresión a los Estados
Unidos, se me vino a la cabeza
una cuadrilla de hombres con su ropa
de trabajo, sudando bajo el sol,
cavando zanjas incansablemente,
que volverían a salir de noche,
cuando se hubieran acostado todos,
felices y con fuerzas renovadas,
para cubrirlas otra vez, como héroes
anónimos, de quienes dependiera
que el mundo conservara su equilibrio;
nunca me habría imaginado entonces,
como descubriría años más tarde,
que esos mismos principios se aplicaban
a todas las esferas de lo humano:
plantar un árbol, escribir un libro,
tener un hijo…. Algunos mueren, otros
nacen y ocupan su lugar, y creen
que entienden todo aquello que sus padres
tardaron una vida en aceptar
que nunca habrían de comprender; y otros
piensan que de algún modo lo que hacen
podría perdurar y trascenderlos:
pasan las estaciones y se borran;
gira la Tierra y los desaparece.
Joe Urbach nació en Brooklyn en 1972. Publicó Common Life en 2001 y When en 2007.
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