Detente en el rellano más alto de la escalera;
apóyate en un ánfora de jardín;
teje, teje la luz del sol en tu pelo;
abrázate a tus flores con dolorosa sorpresa;
arrójalas al suelo y vuélvete
con un fugaz resentimiento en los ojos:
pero teje, teje la luz del sol en tu pelo.
Así lo hubiera hecho partir,
así la hubiera hecho detenerse pesarosa,
así la hubiera dejado él
como el alma abandona el cuerpo, desgarrado y magullado,
como la mente deja el cuerpo que ha usado.
Yo encontraría
algún medio incomparablemente ligero y diestro,
algún medio que ambos pudiéramos comprender,
simple y sin fe como una sonrisa y un apretón de manos.
Ella se alejó, pero con el tiempo otoñal
apremió mi imaginación muchos días,
muchos días y muchas horas:
los cabellos en sus brazos y sus brazos llenos de flores.
¡Y me pregunto cómo habrían estado ellos juntos!
Me habría perdido un gesto y una actitud.
A veces estas reflexiones todavía asombran
la inquieta medianoche y el reposo del mediodía.
T.S. Eliot (E.E.U.U./Inglaterra, Saint Luis, 1888- Londres, 1965)
(Versión de Alberto Girri y Enrique Pezzoni)
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