No pienses...
Date duro en la cabeza,
martillea, entra y sal sin descanso,
persigue el objeto pérfido,
muévete entre sueños,
y... golpea, siempre golpea,
sin solemnidad y siquiera sin belleza,
no hacen falta en esta hora en que caes para siempre.
Ajeno al pensamiento,
cae de los pies a la cabeza
golpeando y golpeando este momento mortal.
Audaz, cae.
Sueña contigo en la tarde
-engañosamente se presenta como el confín
de la promesa que miente con labios de oro.
Anoche te debatías en el fango,
te encharcabas en ese baile espeso
anunciador del frío de la tumba.
Golpea y golpea hasta romper.
Es la hora de la decisión.
Convoca a los sonidos para que cese la música
de solo y solo.
Solo, con golpes y genuflexiones,
la sangre y nuevos golpes.
¿Quién se queja en esta hora
en que solo y solo pasa la existencia?
Húndete en los golpes
y bebe tu propia proscripción.
Solo y solo en un dedo parado,
tu último llamamiento a la catástrofe.
Desarticulado de todo, antes que todo y ...
siempre solo,
con heridas, con un solo de muecas.
Golpea si quieres que la descomposición te visite,
no desoigas la voz, sigue esa calle y...
con solo y solo baila hasta destriparte.
Que la soledad sea tu solo de mosca y ...
¡Cataplum! ¡Al hoyo!
Que la caja retumbe en tus oídos:
"Aparta la perfección agasapada,
el colgajo de serenidad".
Solo entre acompañados
-celeridad más celeridad-
rueda en la rueda de los solos,
en el solo de bola que sobre ti se echa,
metiéndose en solo de solo con tu solo,
solo nimbado yo te llamo
para zamparte solo y solo en la noche giratoria.
Virgilio Piñera
LEER CUATRO poemas más, en el blog de Selva Dipasquale.
Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912 - La Habana, 1979). Poeta, narrador y dramaturgo cubano considerado uno de los autores más originales e independientes de la literatura de la isla. Su vida estuvo marcada por numerosos viajes, sobre todo a Buenos Aires, donde vivió una larga temporada, entre 1946 y 1958. En una primera etapa colaboró en publicaciones cubanas como la revista Orígenes, de gran trascendencia en el panorama literario insular, ya que en su entorno figuraron escritores como J. Lezama Lima y C. Vitier, con quien Piñera mantuvo más de una polémica. Su relación con Argentina se inició en 1943, a través de una singular correspondencia con el director de Papeles de Buenos Aires, A. de Obieta, hijo de Macedonio Fernández, a quien solicitó colaborar en su revista, a partir de lo cual se relacionó con el grupo de escritores argentinos liderados por Macedonio, que incluía a J. L. Borges. De regreso a La Habana, en vísperas de la Revolución, asistió allí al estreno de algunas de sus obras teatrales y colaboró en La Gaceta de Cuba. Maestro en el arte de jugar con el absurdo, también como poeta se forjó un merecido reconocimiento con obras como Las furias (1941) o La isla en peso (1943), cuya singularidad se hizo evidente en La vida entera (1968), el libro que resume y antologa los temas constantes de su obra. Su lírica se hizo un lugar en las letras hispanoamericanas como una exploración inédita del inconsciente y de sus posibilidades formales, búsqueda que mantuvo en los restantes géneros que frecuentó. Entre sus libros de relatos sobresalen Cuentos fríos (1956), Un fogonazo (1967) y Muecas para escribientes (1968), y entre sus obras de teatro Electra Carrigó (1941), El filántropo (1960) y, sobre todo, Dos viejos pánicos, que obtuvo el premio Casa de las Américas en 1968. En la novela mostró su maestría formal y la densidad de su propuesta: La carne de René (1952), describe un mundo fantástico que no deja de ser vivo reflejo de lo cotidiano; en Pequeñas maniobras (1963) recrea la vida de un hombre deshecho por el miedo; en Presiones y diamantes (1967), reconstruye una sociedad fría donde ya no hay lugar para la comunicación, proceso que culmina en El que vino a salvarme (1970). Otras obras aparecidas póstumamente fueron En el país del arte (ensayo), Teatro inédito y parte de su archivo epistolar.
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