Como si escribiera,
como si soñara que escribo
levanto una copa por esa noche que nos perdimos por Baires
y la trava exhibía sus gomas recién operadas
y me seguiste de bar en bar,
de noche en noche,
de muerte en muerte,
mientras el esmeralda de tus ojos
se clavaba en mí.
Lo mío es lo pequeño, lo inexacto, lo turbado,
lo que apenas puedo ver es lo que la cabeza comprende,
no escribo cosas extraordinarias,
no tengo el tic del poeta nacional,
detrás de la flor, la humedad.
No nacimos para nada grande,
apenas conseguimos una vida de artificial luz amarillenta
sobre la cabeza,
lejos, lejos de la cabeza,
existe un lugar donde los cóndores rozan la cordillera
como si por alas tuvieran palabras
Abajo la carroña citadina y la cruz del sur iluminándonos el cuero,
abajo la tierra, bajo los pies la tierra,
bajo la tierra, el cielo y el deshuesado recuerdo
de miles que tampoco han muerto para nada grande.
Al frente tus ojos, el pasado del futuro y el futuro del pasado
y esas caminatas por el Forestal
cuando no teníamos nada y por ello,
el mundo era nuestro.
Malú Urriola (Santiago de Chile, 1967)
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