Roberto Friol es un poeta muy menor.
Su llama me aseguran, es la de un fósforo.
En una antología de poetas menores (los del 50, en Cuba)
no aparece.
Si alguna presentara su candidatura a esa piñata, el Nobel
lo tomarían por loco.
Si un niño le regalara una flor, como a Casal
lo tomarían por niño, eso en el menor de los casos.
Estoy seguro que en torno a él no revolotean
las muchachas, las noctícolas, las buscadoras de.
En su vejez sin fama ha de estar solo
o lo que es lo mismo ha de estar náufrago cloqueante
y le abrazará la sed, a él, amolador que repartió
cuál mano le alcanzara la copa, la para aciervados labios.
Yo lo he leído en las noches, y en el atardecer cianótico
cuando el país es una gota de sangre en mi mantel.
Su palabra me dijo el resplandor de la estrella de Cristo
que había olvidado y está ahí como él dice
brillando sobre el polvo, matando sobre el polvo,
pedernal o brújula o resaca con que frotarse el pecho.
No soy cristiano, ni burro, ni bueno
pero algo se podrá hacer con esa luz
a la hora de construir una casa.
Alzo sus libros a la altura de un monte, en el estante del alma
y eso es más que suficiente para que Friol
se iguale a Homero, a Dante, a Shakespeare, a Friol.
Juan Carlos Flores
Juan Carlos Flores nació en La Habana en 1962. Obtuvo en el año 1990 el Premio David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba con su libro Los Pájaros escritos, publicado por Ediciones Unión en 1994 y con el cual obtuvo el Premio de La Crítica ese mismo año.
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