todo el día, hubiera hecho con nuestra ayuda unas cuantas
yardas de algo muy emocionante y hermoso, una tela
de fuego en que fulguran ojos rojos...
V. W.
Pedalea y pedalea hasta el cansancio, otra ilusión.yardas de algo muy emocionante y hermoso, una tela
de fuego en que fulguran ojos rojos...
V. W.
La correa tirante calienta algún inoportuno doblez.
Sigue con responsabilidad un avance en el cuadrado, prematuro.
Dame, ¡oh Señor!, la posibilidad de ver la hebra más larga.
Que una sola palabra sea suficiente para encoger todo lo falso
y cambiar el destino
(contra esa palabra que soportamos)
en la división de una conciencia borrada en el relieve.
Sobre los cuadros (otro mar nacarado
y distante de entretela)
su insignificante luz
nos atraviesa.
La tirantez de todo aquello que no sirve
para volver desde la muerte
o la vejez.
Reina María Rodríguez (La Habana, Cuba, 1952)
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