lunes, 29 de diciembre de 2008

CUORE



Solo en la casa, gracias a oportuno mirácolo,

Enrico penetra con trac en el despacho del babbo.
Desde aquí emite pastorales, breves y fulminaciones.
Apoyado en un rincón dormita el bastón de su viejo maestro.
¡Cuánto jode con el maldito bastón del viejo maestro!
Sirve como analogía, parangón, símil de todo.
Sobre el escritorio ese volumen que relee por las noches;
lo entrecierra si se le aproximan. Es criminología
del anélido de moda. Los imprescindibles retratos.
Ladro milanese, condannato 13 volte.
Romagnolo trococefalo stupratore -se parece al director de nuestra escuela.
Más hojas. G. Sana di Galluccio, brigante-
En la tarde piamontesa, acechando rumores, ecos del portal, corrientes de aire,
tocarse, soñador, deplorando que excogiten un enlace
entre este célere sombrear (a disfumino retroalimentado
por el recuerdo de la maestrina che ha due belle pozzette nelle guance)
y ese absurdo marinaio, truffatore ed omicida per vendetta, del ladrillo lombroso.
¿Cuál enlace? Me ne frego! Papá sabrá. Sabe todo.
El bastón del maestro serviría sin lugar a duda de puente
a dos asnos esqueléticos, a cuestas triángulos pitagóricos de un lecho
inutilizado diagonalmente: demostración irrefutable.
Pues entre Gog y Pedagog navega la flotilla en silencio.




Gerardo Deniz (España, Madrid, 1934- Ciudad de México, 2014)





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