Imaginate un ciego
arriba de un colectivo
sus lentes de ciego te reflejan
de fondo un cartel con tres ciudades
y los kilómetros que faltan quedan atrás
el ciego -inexplicablemente- se relaja
¿Para qué viaja el ciego?
comprendés con creciente entusiasmo
que cada ciudad tiene su propia música, su propio acento;
el movimiento - la velocidad al cubrir las distancias -
aparece como un asunto importante en este sentido:
no son lo mismo capitales y provincias
el centro y los suburbios
el derrumbe de estos últimos años
el estado actual del observador:
todo es un matiz al lado de la sordera del viaje
El ciego baja del colectivo;
abrió su camisa hasta el tercer botón
para agrandar al máximo de lo permitido
las partes desnudas entre la ropa.
Ahora pensás que sí te quedaras ciego
también vos te dedicarías a viajar
(solamente luego de superar
toda idea de suicidio).
Después de todo: qué es la muerte para un ciego?
que sea un taxi con los faros apagados
que viaja hasta el brazo extendido de una chica
y que, por favor, termine de una vez esta película
que se me hizo larga, larguísima.
Pero también nos dejamos ver.
Desde las partes del cuerpo
que no tienen nombre
(lápiz de laca blanca
que, letra por letra, borra las palabras)
nos sumamos al mundo al tocarlas.
Estuvimos drogados y al abierto
todo aquel viaje y cuando nos fuimos
no quedó otra cosa de nosotros
que el pasto seco abajo de la carpa
y el espacio sin llenar en la mochila
que llevamos atestada.
Francisco Bitar (Argentina, Santa Fe, 1981)
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