Supongamos que ese hombre es músico: el de la gorra
a cuadros, el que ansiosamente busca qué decir.
Supongamos que toda la tarde ha intentado encontrar a
una mujer para comprarle un cuadro.
Supongamos, puesto que es agradable pensar en la lluvia,
que la palabra lluvia le trae un mensaje impenetrable.
Supongamos una idea que tiende a los extremos, capaz de
postularlo a la dicha o de ponerlo fuera de la ley.
Y ahora supongamos, como sin duda es,
que la posibilidad de existir
ya es existencia;
de donde resulta que ese hombre es músico, compra un
cuadro, pasea cuando llueve y persigue una
tensión extrema.
Pero él sigue allí,
y es todo lo que hace:
cartógrafo desconfiable, geómetra de pacotilla,
usa un mapa equivocado para llegar a donde está
y no ser, en su círculo ocioso, sino ese hombre con su gorra
a cuadros que busca ansiosamente qué decir.
Santiago Sylvester (Argentina, Salta, 1942)
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