Los nadadores pretenden volver a nacer. Sus risas
y su determinación denotan una criatura de la conciencia
incluso al descender con rumbo insensato hacia el mar nocturno,
tropezando con una húmeda cortina de aire negro
cuando la misma negrura muestra secretos matices del negro:
bolsa negra, espacio negro, lo negro sobre el hombro.
Los ojos que no necesitan ver no miran a parte alguna,
pero las manos se extienden en busca de los confines del tacto
cuya intención es una suerte de compromiso con los elementos,
enlazados y cautos en la pendiente delirante,
elementos que escenifican sus nupcias como un gran drama
que resulta ser un expresivo vínculo de opuestos:
nubes grávidas con el lastre de una tormenta a punto
despiden su energía desde la fundida bóveda de aire.
El trueno en un revoltillo trémulo de luz sobre las colinas
exhibe el confuso peligro y fascinación del mar
y la humedad se percibe como una lluvia sutil e insistente
que une cielo y marea en rimeros de olvido.
Es éste un ritual en el que nada se sabía de antemano,
impelido por el preámbulo meteorológico.
Los placeres deben ser insignificantes al lado de la atención
de igual a igual, sangre salada, agua salada.
Las ropas precipitadamente se resguardan de la llovizna, un cabo
de vela parpadeante sobre el casco extraído por la draga,
un buque muerto varado en la arena invisible
que decrece, aun cuando protegida y firme como un fanal,
diminuto a lo largo de la playa mientras la negrura adopta de nuevo
carne de gallina cual si fuera un vestido.
Y ahora las manos rompen el mar mientras el trueno resuena otra vez,
y el zambullir provoca la respuesta de las profundidades conmovidas:
turbias de plancton encendido cual radios y relojes,
las galaxias salobres cobran vida al magullarlas nuestros cuerpos.
Pequeñas almenaras vacilantes de luz acuosa y mortecina
aguzando lo oscuro mientras litros y litros borbotean a nuestro alrededor
y el aire se divide y resquebraja y la lluvia cae
viva sobre la ciega superficie del mar.
No es lo que nos propusimos. No es nosotros.
Es algo diferente. Es la primera cosa.
Esta singular luz submarina es una dispersión atesorada
como las simientes más añejas, como el tacto de besos.
Son estrellas dañadas, cual relámpagos emborronados,
cual puntos que habrían de unirse para dotarnos de alas.
Nacer es boquear y humedecerse.
Es frío y limpio como el núcleo muerto de la noche.
No albergamos intenciones de regreso,
la conciencia se desconectó allá en su origen.
Indiferentes a la gravedad, la vela perdida,
partimos en luz y oscuridad desde la orilla.
John Fuller
(Traducción de José Antonio Álvarez Amorós)
Swimming at Night
Swimmers intend to be born again. Their laughter
And purpose bespeak a creature of consciousness
Even when descending a mad path to the night sea,
Stumbling at a damp curtain of black air
When the blackness itself has secret shades of black:
Purse black, space black, the black over the shoulder.
The eye that has no need to see looks nowhere,
But hands reach out for the bound of touch
Whose intention is some sort of commitment to the elements,
Linked and cautious on the delirious gradient,
Elements which perform their nuptials like a great drama
Proving an expressive bond of contraríes:
Clouds heavy with the charge of a ready storm
Bounce their energy from the fused ceiling of air.
Thunder in a flickering jumble of light in the hills
Exposes the sea's swirling danger and glamour
And the damp is distinguished as an insistent fine rain
That joins sky and tide in drifts of forgetting.
This is a ritual where nothing was known beforehand,
Urged by the meteorological preamble.
Pleasures must be insignificant beside the attention
Of like to like, salt blood, salt water.
Clothes are bundled from the drizzle, a stub
Of candle flickering in the dredged hulk,
A dead boat beached in the invisible sand
That dwindles, though groined and lantern-steady,
Tiny along the shore as blackness reassumes
The crawling skin like a vestment.
And now hands break the sea as thunder breaks again,
And diving shocks the depths to a response:
Turbid with lit plankton like spokes and clocks,
The salt galaxies are bruised into being by our bodies.
Little fitful beacons of dull watery light
Sharpening the dark as the gallons glop about us
And the air splits and cracks and the rain falls
Alive on the blind surface of the sea.
It was not what we intended. It is not us.
It is something quite other. It is the first thing.
This strange submarine light is a hoarded scattering
Like the earliest seeds, like the touch of kisses.
It is damaged stars, like blotted lightning,
Like points to be joined that would give us wings.
Being born is a gasping and drenching.
It is cold and clean as the dead centre of night.
We have no thought of returning,
Consciousness switched off at the source.
Reckless of gravity, the candle lost,
We strike in light and darkness from the shore.
John Fuller. Poeta, novelista y crítico inglés, John Fuller nació en 1937 en Ashford, Kent. Su padre fue el poeta Roy Fuller. John Fuller se educó en Nueva College, Oxford, y ganó el Premio Newdigate en 1960 por su poema "Un diálogo entre Ariel y Caliban". Después del Servicio Nacional de la Real Fuerza Aérea, comenzó una carrera académica en 1962 como profesor visitante en Inglés en la Universidad Estatal de Nueva York. Fue profesor en la Universidad de Manchester entre 1963 y 1966 y se convirtió en becario y el tutor en Magdalen College de Oxford en 1966. Su obra publicada incluye las colecciones de poesía Epístolas a varias personas (1973), que ganó el Geoffrey Faber Memorial Prize en 1974, El Illusionists (1980), ganador del sur de Artes Literatura Premio, Stones y los incendios (1996), que ganó la Adelante Premio Poesía (Mejor Colección de Poesía del Año), y la poesía reunida: Ahora y durante un tiempo (2002). El espacio de Joy fue publicada en 2006. Canción y Danza, su último libro de poemas, se publicó en 2008. John Fuller es también un respetado novelista y dramaturgo.
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