Ningún lance de dados elimina el azar: lo crea
en un teatro de poetas donde el público
desaparece -no de la vista, sino del mundo-
cuando la luz artificial declina disponiendo la eterna
representación.
Los actores murieron: pasado tanto tiempo
representan mejor sus papeles.
Los actores han muerto pero sus personajes están vivos
viven en la platea del aire, en el olor y en el vapor de
las alfombras, en el polvo que absorbieron telones
y tapices y en la luz que declina: viven ahí.
Los autores viven: nacen siguen naciendo y sólo viven
para seguir naciendo y hacer nacer indiferentes a los
muertos que representan su papel y al público des-
aparecido que cada noche asiste para caer por unas
horas en el vacío común
Los autores viven ahí: son las palabras que siguen vi-
vas en las palabras y en los acentos trabados para
siempre en las palabras de su canto
El verso, el verso
noche tras noche en el teatro de los muertos se pone
a prueba la eternidad de sus sonidos
un aliento que nunca existió vibra en el aire y com-
pleta el espacio de aire que envuelve a la platea
una voz llena huecos en galerías y palcos, suena en
puertas y marcos y vibra por vigas y cuadernas que
sostienen las tablas escenario
Versos, versos
compuestos bajo el sol en tardes y mañanas olvidadas
cortan la oscuridad del aire con un relámpago de luz
diurna que arde, encandila y al instante se olvida
Versos, frases
pronunciadas en una remota medianoche
salen del foso de los músicos en una corriente de aire
helado que chista e impregna la platea con el olor
de las plumas del pájaro que llamaba a pensar
"¡Qué la parió...T —dijiste
aquella noche, riendo, cuando viste
la lechuza— "¡mirá...!
¡Mira como nosotros
te ve a la vez con los dos ojos
y ve nomás lo que precisa ...?"
Pero tu risa
era de miedo
como la nuestra ahora.
Baja el telón de la poesía
sus representaciones públicas, la edición de aquel li-
bro, su premio regional de letras, los vulgares
aplausos y los usos triviales de la prensa: nada de
eso jamás suprimirá el azar
el mismo azar de las palabras, el de los nacimientos
y las muertes las dejó allí detrás para que hagan na-
cer constantemente todo y todo libre del bambo-
leo del azar
Lo que se bambolea es la vida: ella ahí, dándose a las
corrientes del azar, respira un olor de plumas
que moja la nieve del pasado
Fogwill (Buenos Aires, 1941)
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