Tembló la tierra como un par de manos
resecas y extendidas.
Han dejado las aulas, se han sentado
debajo de una encina
y han leído poemas tan antiguos
como esa sombra sobre el suelo.
Por el fondo erizado de la luz
pasaba un tren de carga, negro y lento,
y detrás el azul se adormecía con su mirada hueca.
Era todo un recuerdo
anticipado, un vuelo que se quiebra hacia lo alto...
Y también las palabras eran crías
asomadas al mundo, temerosas.
La poesía sólo sobrevive
como la lagartija, entre las grietas.
Pablo Anadón (Villa Dolores, Córdoba, 1963)
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