Caminando en la oscuridad, de habitación en habitación,
extendí a ciegas los brazos para protegerme el rostro;
pero no me cuidé de entrelazar los dedos aunque sólo fuera ligeramente,
ni de cerrar los brazos en forma de arco.
Una delgada puerta me agarró desprevenido
y me di un golpe tan fuerte en la cabeza,
que mi habitual sonrisa desapareció.
Del mismo modo ocurre que los hombres y las cosas
ya no armonizan entre sí como antes solían hacerlo.
Robert Frost (E.E.U.U., San Francisco, 1874- Boston, 1963)
(Traducción de Angela Figueroa)
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