Mínimas partículas sólidas que se mezclan con gas y suben al cielo
de un objeto que llega a una temperatura muy alta o se quema
como el humo de una vela, de un volcán o de la chimenea de un barco: espeso, opaco, ligero, a veces azulado saliendo por un canal de ladrillos.
O las volutas del humo acre de un cuerpo humano como símbolo de una infinitud en humaredas estatales.
El smog en la historia de otra ecología.
Pero el hombre no es hijo de aquél vapor fúnebre que sale de un agujero.
Nubes que hacen toser, llorar y morir: más humo negro
que nube.
Como la mujer rodeada de un velo espeso, cuya alegría
es recibir bajo el rayo el humo de neutrinos.
Por una predilección evanescente.
el humo pasa
por el agua perfumada de un narguile
antes de llegar a la boca
como esta palabra.
Esta que voy
a escribir sobre la orilla de la intimidad
que sahúma
como una rosa
el papel blanco y la pantalla blanca.
Una fogata en la calle acompañó el ruido de los metales.
Una riqueza que aparece y se va
al cabo de la mañana
en el cielo de La Plata.
Ya estamos pisando la tierra perfumada.
La gente marcha por la calle 7 y su desesperanza puede
hacerla
avanzar en la forma indecisa de un incendio.
(De: Fogata de ramitas y huesos,
Alción 2002)
Roxana Páez (La Plata, Argentina, 1962)Alción 2002)
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