Usted, Raúl Gustavo Aguirre, que tuvo la belleza
tan fácil, asida entre los dedos;
usted, que supo arder en el ascua del poema
hasta ser sólo llama, pura transparencia;
usted, que tomó a la vida en sus manos
como si fuese una virgen de perfumados pechos;
usted, que sólo le exigió a la muerte
cierto grado de fidelidad;
es preciso que un día descienda de su estrella
— donde estoy convencido que se halla —
para enseñarnos de nuevo a los hombres
la olvidada costumbre del amor, el hábito de la serenidad.
César Cantoni (Argentina, La Plata, Bs.As., 1951)
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