Introducción
Una mañana temprano faltaron las palabras. Antes de eso, las palabras no eran. Los hechos eran, los rostros eran. En un buen relato, nos dice Aristóteles, todo lo que ocurre lo provoca otra cosa. Tres ancianas se encorvaban sobre los campos. ¿De qué sirve cuestionarnos?, dijeron. Bueno, pronto quedó claro que sabían todo lo que hay que saber acerca de los campos nevados y los retoños verdiazules y la planta llamada "audacia", que los poetas confunden con violetas. Comencé a copiar fielmente todo lo que se decía. Los trazos construyen gradualmente un instante de naturaleza, sin el aburrimiento de un relato. Que quede claro. Haría cualquier cosa para evitar el aburrimiento. Es la tarea de toda una vida. Nunca puedes saber lo suficiente, nunca trabajar lo suficiente, nunca usar los infinitivos y participios de forma suficientemente rara, nunca cortar el movimiento con la suficiente brusquedad, nunca abandonar tu idea lo suficientemente rápido.
Sobre las leyes de la perspectiva
Una mala pasada. Error. Falta de honradez. Esa es la opinión de Braque. ¿Por qué? Braque rechazaba la perspectiva. ¿Por qué? Alguien que pasa su vida dibujando perfiles acaba por creer que el hombre tiene un solo ojo, sentía Braque. Braque quería tomar posesión total de los objetos. Llegó a decirlo en entrevistas publicadas. Mirar los pequeños planos luminosos del paisaje alejándose de su alcance llenaba a Braque de pérdida, por eso los hacía añicos. Nature morte, decía Braque.
Sobre el Homo Sapiens
Con pequeñas incisiones el hombre de Cromañón registraba las fases de la luna en los mangos de sus herramientas, pensando en ella mientras trabajaba. Animales. Horizonte. El rostro en un recipiente con agua. En cada historia que cuento llega un punto en el que ya no puedo ver más allá. Odio ese punto. Es por lo que llaman ciegos a los narradores -una burla.
Sobre Ovidio
Lo veo allí en una noche como esta pero fresca, la luna soplando a través de las calles negras. Come algo y vuelve a su cuarto. La radio está en el suelo. Su dial verde y luminoso atrona suavemente. Se sienta a la mesa; la gente en el exilio escribe tantas cartas. Ahora Ovidio llora. Cada noche más o menos a esta hora se pone la tristeza como si fuera una camisa y sigue escribiendo. En sus ratos libres se enseña a sí mismo el idioma local (gético) para componer en esa lengua un poema épico que nadie leerá nunca.
Sobre la desfloración
Las acciones de la vida no son tantas. Entrar, ir, ir secretamente, cruzar el Puente de los Suspiros. Y cuando me deshonraste, vi que la deshonra es una acción. Ocurrió en Venecia; hace que las cuerdas vocales se hinchen. Estuve bramando por Venecia, bajo y sobre los puentes, pero te habías ido. Más tarde ese día llamé por teléfono a tu hermano. Tienes la voz rara, dijo.
Sobre lo mayor y lo menor
Las cosas mayores son el viento, el mal, un buen caballo de pelea, las preposiciones, el amor inextinguible, el modo en el que la gente elige a su rey. Las cosas menores incluyen la suciedad, los nombres de las escuelas de filosofía, tener y no tener ánimo, el momento correcto. Hay más cosas mayores que cosas menores en general, si bien hay más cosas menores de las que he escrito aquí, pero es descorazonador listarlas. Cuando pienso en ti al leer esto no quiero que te tengan prisionera, separada por un cristal blindado de tu propia vida, como una Electra.
Sobre la rectificación
A Kafka le gustaba tener el reloj una hora y media adelantado. Felice no hacía más que ponérselo en hora, por algo durante cinco años estuvieron a punto de casarse. Él hizo una lista de argumentos a favor y en contra del matrimonio, que incluían su incapacidad para soportar los embates de la vida (a favor) y la visión de los camisones preparados sobre la cama de sus padres a las 10.30 (en contra). La hemorragia lo salvó. Cuando los médicos en el sanatorio le aconsejaron que no hablase, dejó frases de cristal por todo el suelo. A Felice, dice una de ellas, le quedaba demasiada desnudez.
Sobre piedras para dormir
Camile Claudel vivió durante los últimos treinta años de su vida en un asilo, preguntándose por qué, escribiendo cartas a su hermano el poeta, que había autorizado su internación. Venid a visitarme, decía. Recordad, estoy viviendo aquí con locas; los días son largos. No fumaba ni daba paseos. Se negaba a esculpir. Aunque le daban piedras para dormir -mármol y granito y porfirio- las rompía, recogía los trozos y los enterraba fuera de los muros por la noche. Por la noche sus manos crecían, más y más enormes hasta que en la fotografía parecen dos partes de otro cargadas sobre sus rodillas.
Sobre caminar marcha atrás
Mi madre nos prohibía caminar marcha atrás. Así caminan los muertos, solía decir. ¿De dónde sacó esa idea? Quizá de una mala traducción. Los muertos, después de todo, no caminan marcha atrás sino que caminan tras nosotros. No tienen pulmones y no pueden gritar pero les encantaría que nos diésemos la vuelta. Son víctimas del amor, muchos de ellos.
Sobre la colección total
Desde la infancia soñaba con guardar todos los objetos del mundo alineados en anaqueles y estantes. Negó la falta, el olvido o incluso la posibilidad de una pieza faltante. El orden manaba desde Noé en triángulos azules y a medida que la pura furia de sus clasificaciones se alzaba a su alrededor, tragándose su vida, otros llamaron olas a esos triángulos; otros, los que se ahogaron, un mundo de ellos.
Sobre las orquídeas
Vivimos haciendo túneles porque somos gente enterrada viva. A mí, los túneles que tú haces me parecen orquídeas desarraigadas, extrañamente inútiles. Pero la fragancia no muere. Un Niño Pequeño se ha escapado de Amherst hace unos Días, escribe Emily Dickinson en una carta de 1883, y cuando le preguntaron a dónde iba él contestó: Vermont o Asia.
Sobre el final
Cuál es la diferencia entre luz e iluminación? Hay un grabado de Rembrandt llamado Las Tres Cruces. Es un dibujo de la tierra y del cielo y del calvario. En un momento dado llueve sobre ellos; la lámina se torna más oscura. Más oscura. Rembrandt te despierta justo a tiempo para que veas cómo las cosas tropiezan y se salen de sus formas.
Sobre la lectura
Algunos padres odian leer pero les encanta llevar de viaje a la familia. Algunos niños odian los viajes pero les encanta leer. Es gracioso cuan a menudo todos ellos resultan ser pasajeros en el mismo automóvil. Vislumbré los fantásticos hombros bien definidos de las Rocosas entre párrafos de Madame Bovary. Sombras de nubes vagaban lánguidamente a través de su enorme garganta rocosa, trazando sus flancos de abeto. Desde aquellos días, no miro el vello sobre la carne femenina sin pensar ¿caduco?
Sobre la cena del domingo con mi padre
Vas a devolver esa silla a su sitio o simplemente vas a dejarla ahí con pinta de útero? (Nuestro balcón es un balcón con brisa de junio.) ¿Vas a consentir que tu cara se desfigure por deseos en conflicto vertidos sobre nosotros a lo largo de toda la comida, o a recomponerte para que al menos podamos disfrutar del postre? (Sujetamos las esquinas de cualquier cosa que esté sobre la mesa con pequeñas leyes de plata sólida.) ¿Vas a hacerte un rasguño en canal en la garganta sobre esas crestas de pájaro carpintero como haces todos los domingos por la noche, o vas a quedarte sentada en silencio mientras Laetitia nos toca el clarinete? (Mi padre, que fuma una marca de puros llamados Dimanche Eternel, las usa como ceniceros).
Sobre refugios
Una puede escribir sobre una pared con el corazón de un pez: es por el fósforo. Se lo comen. Hay barracas como esa todo a lo largo del río. Estoy escribiendo esto para hacerte tanto daño como sea posible. Vuelve a poner la puerta cuando te vayas, dice. Ahora tú dime cuánto daño te hace, durante cuánto tiempo brilla. Dímelo.
(de: Plainwater, 1995)
Anne Carson (Canadá, Toronto, 1950)
(Traducción de Mercedes Cebrián,
Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich)
Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich)
(Diario de Poesía Nº75,
Noviembre de 2007 a
marzo de 2008)
Noviembre de 2007 a
marzo de 2008)
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