Dicen que la luna es un espacio ermitaño que un día,
cansada de tanta decepción, se aisló del regazo terrestre
para ser deseada por los hombres, que sólo atinan a
venerarla porque no está al alcance de sus deseos
amorosos.
Dicen que una habitación estrecha puede ser el
mundo definitivo de un hombre enamorado, pues nada
necesita, salvo su razón para vivir.
Dicen que una habitación, más estrecha aún que
la anterior, donde el hombre es despojado de todo lo suyo,
incluso su razón, es el mismo infierno, y en esa estrechez,
cabe todo aquello que el Dante relató como inmenso. El
dolor no tiene medidas: cada uno escribe, a su manera, la
divina comedia
Dicen que el dolor es inagotable en el cuerpo del
hombre (esto es sostenido por aquellos que no sufrieron la
degradación de la carne chamuscada; los que nunca
perdieron las uñas arrancadas porque la verdad no salía).
Debo decir que esta sospecha se ha visto confirmada.
Dicen que lo mas doloroso es la palabra que sale a
flote para evitar el dolor carnal. También estoy seguro que
así debe ser.
Dicen que la muerte es un gesto liberador. A mi lado
una gillette es el camino para la liberación seguro. Pero
nunca llegué a ser un héroe libertario, es más, me
reconozco un traidor, y admiro a los que se fueron
desangrados, sin una lágrima, y evitaron, así, el dolor
constante de la tortura.
Dicen que el amor es liberador, y pude comprobarlo
el día que la luna vino a derramarse sobre mi cuerpo.
Tendido en una estrecha habitación, sentí su ternura
aliviando las heridas que me dejara la máquina. Dos
ermitaños que hacían el amor habitando el paraíso a pesar
de los criminales.
Dicen que estar vivo, suele ser una cuestión de
suerte, que el amor es una búsqueda final y dolorosa.
Dicen que de todo esto, yo no tendría que estar
hablando, pero es muy tarde para rectificarse.
(Inédito)
Patricio Torne (Argentina, Helvecia, Sta.Fe, 1956, vive Villa Mercedes, San Luis, desde 1985)
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