Podríamos, incluso aquí, sostener que lo que permanece del ego
se desovilla en una luz evanescente, se esfuma como el polvo y se dirige
a un lugar donde el saber y la nada pasan uno por el otro y uno a través del otro.
Que se mueve y desovilla en calma más allá del final de la bóveda de luz
y continúa hacia un lugar que puede nunca ser encontrado, donde o indecible
se anuncia finalmente una vez más, pero ligera, velozmente, como la lluvia azarosa
que transcurre en el sueño, que uno imagina transcurre en el sueño.
Lo que permanece del ego se desovilla y desovilla, porque ningún límite
puede contener: ni el límite informe entre nosotros
ni el que cae entre tu cuerpo y tu voz. Joseph,
querido Joseph, aquellos repentinos recordatorios de tu estadía:
los lugares y momentos cuya mejor vida fue la que tú les diste aparecen ahora
como fantasmas en tu vigilia. Lo que permanece del ego se desovilla
más allá de nosotros, para quienes el tiempo es sólo la medida de un mientras tanto
y el futuro no es más que un etcétera y etcétera... pero rápido y eterno.
Mark Strand (Summerside, Isla del Príncipe Eduardo, Canadá 1934 - Nueva York, E.E.U.U., 2014)
(Traducción de Germán Carrasco)
(Poema extraído del Diario de Poesía Nº68 -2004)
IMAGEN: El poeta ruso Joseph Brodsky.
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