Están sentados en el borde del pozo.
No es la primera vez que el sol
ilumina de frente a dos personas, dos
viajeros del mundo.
Sin embargo,
no sé por qué,
esa mutua sonrisa quizás,
esos granados y el verdor, quizás la hora,
se diría que eso jamás ocurrió, que
una cosa igual, tan dichosa,
no ha sido retratada otra vez
en este mundo—
Ese silencio,
esa quietud, sobre todo
ese amor.
Ríen
las comisuras de sus labios.
Ondulan los pliegues de su ropa.
Alguien pensaría que se trata
de un cuadro. La luz brota desde
adentro de ellos y teje a su alrededor
como un halo de sol.
Nikiforos Vretakos (Krokeas, Esparta, 1911 -Atenas, Grecia, 1991)
(Traducción de Horacio Castillo)
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