Ganas de trotar bajo la tempestad
Nacimos en el desprecio a los signos de exclamación
en habitáculos donde sólo se llega a dormir o al amor
conteniendo áfonos y dulces quejidos; signos
que tanto daño han hecho a los amantes
y a la relación entre empleadores y empleados. Tenues
ofrecemos té y vino en diminutivos a quien comparte la charla,
el ajedrez sin fanfarronear el triunfo, despacio
como si con los decibeles se fueran a marchitar las calas
o fuera a ocurrir algo terrible
y alguien sugiere una épica del silencio,
conformada por la antología de voces mayores y menores
y ninguna supercosa
(porque luego de leer versos durante media hora se puede sentir el paso de un diente de león con mensaje amante o una pelusa cruzando el cuarto y comprender de inmediato que se trata de la muerte; luego de leer sin prejuicio a los pares la tradición la calle, se puede superar el gusto y los prejuicios; se puede entender las sutilezas burguesas en forma de haikúes o algo así. Sin inquietarse).
Germán Carrasco (Santiago de Chile,1971)
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