Llega un momento en que no se dice más: Dios mío.
Un momento de absoluta depuración.
Un momento en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano las mujeres llaman a la puerta, no abrirás.
Estás solo, la luz se apagó,
pero en la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certidumbre, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa que venga la vejez ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pesa más que la mano de un niño.
Las guerras, el hambre, las discusiones en los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y que no todos se liberaron todavía.
Algunos, encontrando bárbaro el espectáculo
preferirían (los delicados) morir.
Estamos en un momento en que de nada vale morir.
Estamos en un momento en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.
Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Brasil, 1902-Río de Janeiro, 1985)
(Traducción de Santiago Kovadloff))
OS OMEROS SUPORTAM O MUNDO
Chega um lempo em que nâo se diz mais: meu Deus.
Tempo de absoluta depuraçâo.
Tempo em que nâo se diz mais: meu amor.
Porque o amor resultou inútil.
E os olhos nâo choram.
E as mâos tecem apenas o rude trabalho.
E o coraçâo está seco.
Em vâo mulheres batem à porta, nâo abrirás.
Picaste sozinho, a luz apagou-se,
mas na sombra teus olhos resplandecem enormes.
Es todo certeza, já nâo sabes sofrer.
E nada esperas de teus amigos.
Pouco importa venha a velhice, que é a velhice?
Teus ombros suportam o mundo e ele nâo pesa mais que a mâo de uma criança.
As guerras, as fomes, as discussoes dentro dos edificios
provam apenas que a vida prossegue
e nem todos se libertaram aínda.
Alguns, achando bárbaro o espetáculo,
prefeririam (os delicados) morrer.
Chegou um tempo em que nâo adianta morrer.
Chegou um tempo em que a vida é uma ordem.
A vida apenas, sem mistifiçâo.
IMAGEN: The tree, fotografía de Zdenek Sindelar.
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