viernes, 21 de noviembre de 2008

A UNA JOVEN




















Aún no ha traicionado una sola mirada de fuego.

Ten el corazón del hombre en tus dedos de niña inexperta,
y en la cámara helada de tu corazón encierra su fuego irradiante.
Tan cierta estás de su amor como del reino de los cielos.
Él te dará su corazón, un imperio y todas las flores de la
primavera,
y tú a él el tenue velo de tu anhelo que azulea en la
distancia.
Tu aliento aún no ha tocado la luz llameante de su deleite.
Tus ojos aún no han medido la vastedad de su fe.
Tus pies aún no han entrado en el círculo cerrado de su
destino.
Y todavía te da igual que sea rojo o azul.
Pero llegará un día en que te asirás a él como una flor a su
tallo,
en que su crepúsculo será tu luz y su sequía tu fuente,
en que vagarás por los pasillos de un vasto castillo
sabiéndote enamorada
y sabiendo que él sólo vive del blanco pan de tu pureza
y su sangre sólo fluye por el arroyo de tu ternura
maternal.
Entonces todo será grave y milagroso, duro e indivisible.



Edith Södergran (San Petersburgo, 1892- >Vivió en Finlandia-; Raivola, 1923)


(Traducción de Jesús Pardo)



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