miércoles, 6 de mayo de 2009

MAR PARAGUAYO



















Un fragmento

No, lector, no va jamáis atrás de lo que chaman aparência: uno cuer-po-de-ninfa puede que se arda también en el infierno. Pero para el, para esto muchacho que me hace ganir de feroz amor e andar llorando por las calles de esto balneário, degrenhada, ojos fundos, mira que la se va la loca, atiren las pedras que ella es, más que marafa, putana, la sortista de mierta, mira que bruja, por el garoto mi ascención y queda, todos los meses de la passión, calvários, cruces, espinos, esto que me incendeia con su cara ardente de sol. Aquela luz brutal del verano de Guaratuba. Como seria uno estar muerto bajo el suor y el normaço? El viejo sabe de todo. Pero su corazón muerto nada cuenta.
Que es el amor? Una solitaria rosa en el desierto? O el simples sentimiento odioso de que es impossible, de que es impossible uno vivir sin que caiga y se levante, sin que levante-se y se caiga de nuevo, recorriente, sombría compulsión de los devotados a lo áspero oficio de uno querer sin conta y sin frenos, de los sgnalados por esto que veo en las cartas y que es feito una sombra ô el espectro de la nuven y que acá en el mar de Guataruba se pone, en una palabra, íntima del trueno, la palavra ilusao, artificio que cultivamos también para que uno no deje asi subitamente de sonhar. Seria, seguro, muy triste se la gente humana perdera, de golpe, la, estranha inclinación que es error y dever, la ocupación de sonhar. Nadie se sustenta sin los vagidos y coleras y cielos súbitos escarlates del amor. A vos te digo una fotonovela es bien más que foto y que novela —una fotonovela es la vida debujada en el papel, mas como duelen sus desatinos y desencontros y como no pasan de debujos los besos y la inevitable felicidad final. San cosas de la imaginaión.
Una copa en el bar, atravessa, travessia, ya me quiero de núpcias con la muerte y comprome en lo contrabando un revolverde-prata para mis momentos de pânico. Solo quiero a el silêncio mortal de las estrellas en el alto cielo de esto balnéario de Guaratuba, si se acerca la noche y el mar se pone escondido por uno oscuro misterio. Nueva copa, de pronto me pongo a llorar y marchando calles, botecos, conhaques, equinas, sigo passeando, con dolor y sangre, el odio supremo de que esto chico ya no sea mió, ai mi santita de Guadalupe, sin su cara, su cuerpo, su sexo y la piel de las manos, sin ellos no alcançaré vivir, yo que vivo de suerte, solo Dios sabe con que terror es lo vislumbre del futuro, hace uno afundar, sin retorno ô remedio, a el antro del antro del antro de lo infierno. Nadie aspire entender, lector amigo, nadie ouse compreender lo que ya está traçado, a sangre, hierro y fuego en los sangrados del destino.
Mire que cruza la calle en su cicle con los colores del arco-íris. Dios mio, su pelo quemado por aquel diciembre, su piel infanta y adolescil, la curva exata de la nádega y su inominable victoria de existir, mire que me mira con su mirada verde, esto niño por quien me arrostê sin sentir que vivia entre los hombres de la tierra, me arrastê por calles e equinas de Guaratuba, el vasto mar lá tan adelante, com se fuera la derradera esperança de una vida que ya se quiere muerta, mordida de pez y alga y formol.
Cerca la ventana, yo sentí, como un facto ô una tragedia, que el, que el ya era mio—desde antes del Dilúvio, antes aún que todo esto ya fuera traçado, su mirada cortante y vegetal, el músculo de sus braços y —o que yo no pudera prever ô prevenir— lo desarvorado incêndio que me provocô su nascente existir en estos anos que voy viviendo, a dobrar, travo amargo en la ceniza, quiero dizer, en la saliva, el cabo, el cabo-de-la-buena-esperanza.
Adivinadora de las esferas, yo, la marafa de Guaratuba, solo yo sei o quanto me duele una saudade: llegô a mi que, en dissimulado alheamento, descansava en lo parapecho de la janela, mirando a el movimiento del entardecer, gente, pardais y tico-ticos, llegó a mi igual que alguien que llega para uno sequestro definitivo, sin vuelta ni possibilidade de fuga.
Y se quedó —para siempre— hecho un ente ô una serpiente.
En la primera hora, antes que me dissesse a que vinha, antes mismo de saber su nombre, edad ô sobrenome, el adentrô a la casa, con su bermuda florada, la camisa amarilla atada en sua cintura de joven caballo, y foi me tomando conta, primeiro de las manos, después de la boca e asi tan sucessivamente que ya no nos vimos, los dos, nudos y desavergonados, comiéndonos con una voracidad felina y decrepante, con hambre de madre y hijo.
Después, mucho después, el cerrô los ojos y poniendo su cabeza-de-oro en mi colo, yo sentada en la cama, el se fez adormecer. Solo entonces fue que percebi: havia en el una urgência y su querer era apenas lo deseo desatado de los animales que empezaban a vivir. Yo, más ingênua que sus diecisiete años, supus que aquella cara era la cara de lo que se convencionô llamar amor.



Wilson Bueno


Wilson Bueno. Escritor brasileño (Jaguapitã / Paraná, 1949 -Curitiba, 31 de maio de 2010). Creó y editó –durante ocho años– el suplemento de ideas Nicolau, innumerables veces premiado, inclusive con el título de “mejor diario cultural del Brasil” por la Asociación Paulista de los Críticos de Arte, en 1987. Escribió, entre otras obras, Bolero’s Bar (1987), Manual de Zoofilia (1991), Mar Paraguayo (1992), Cristal (1995), Pequeno Tratado de Brinquedos (1996), Meu Tio Roseno, a Cavalo (2000), Amar-te a ti nem sei se com carícias (2004); Cachorros do Céu (2005) y A copista de Kafka (2007). Bueno fue también colaborador regular de innumerables diarios brasileños, y ha escrito, con exclusividad, colaboracioes mensuales para la página virtual Trópico.

Biografía tomada de la página del Goethe, donde puede leerse una reseña del propio autor sobre MAR PARAGUAYO, novela escrita en portuñol y en guaraní.


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