Escribir un manifiesto es una de las tentaciones más grandes que puede sentir un poeta a los veinte años. Lo era, al menos, en la no muy remota época moderna. Después de los cuarenta, la tentación más grande puede ser la de adorar una vida que consista en mirar televisión, regar unas plantas y reunirse con amigos. Si uno tiene hijos, es bueno comprobar que ellos te miran, son seres que van formándose opiniones, empiezan a comprender lo falible de uno y a elegir si quieren quererte.
Sin embargo, hay algo así como un deber oscuro "y eso es bastante para un hombre", diría J. Conrad.
Digo que hay algo así; no se trata de un deber sino de la necesidad psicológica de un deber que es como la necesidad psicológica de Dios. Un estado de necesidad es un estado de tensión; ningún edificio resiste sin tensión. El edificio de la vida a los cuarenta se derrumbaría como un castillo de naipes (y es un castillo de naipes, no de otra cosa) si no estuviera sostenido por un juego de tensores que no es necesario —ni posible— describir escrupulosamente.
Ese oscuro deber (y es sabido que uno elige, oscuramente, qué poner en el lugar del deber, así como elige qué poner en el lugar de Dios) me conduce a decir algunas cosas que pueden parecer un manifiesto. Creo que forma parte también de tener más de cuarenta saber que queda muy ridículo andar diciendo "no formo parte de grupo ni escuela algunos" y otras agachadas de ese tipo.
La razón de este manifiesto: a raíz de una crítica mía sobre el insípido libro de Néstor Perlongher titulado Hule, publicada en Diario de poesía, se ha creado de hecho un equívoco. Decía yo allí que prefería a los poetas que se empeñan en la busca del sentido antes que aquellos que, trabajando en el campo de las texturas, suelen provocar el aburrimiento. De esto no resultaba automático, ni mucho menos, inferir que crea yo conocer el sentido o defender algún sentido, en cualquier sentido. Pero mis servicios de espionaje me informan que, en alguna sobremesa, los amigos de Perlongher me señalaron como "burócrata del sentido". Entendieron, supongo, que defendía yo algún tipo de sentido, y no una busca, como puede leerse textualmente en la crítica a Hule. En el mismo error cae Américo Cristófaro en una contracrítica sobre el mismo libro publicada por el periódico Babel. Me parece increíble que no se advierta que no es lo mismo hablar de una poesía que tenga sentido que de una poesía que se empeña en la busca del sentido. No conozco a ningún burócrata que se empeñe en una busca, ni siquiera la de un expediente.
Me pregunto, entonces, acerca de esta defensa tan mal planteada, pero antes que nada me pregunto por otras cosas. Se diría que la palabra burócrata suscita-resucita, por connotaciones que no es muy difícil seguir, el tema de oficialismo antioficialismo en poesía; de aquietamiento y renovación, tradición y vanguardia, experimentación y academia. Pero ocurre que todo esto gira en torno a un poeta muy tenido en cuenta hoy por la cátedra. Cátedra que tiene mucho menos en cuenta a muchos otros poetas. En este punto, ¿debería yo suponer que el poder cultural en la Argentina ha cambiado de manos? Esto es, ¿alberga a la vanguardia? Cuando la cátedra hace hincapié en ciertos poetas —pocos— y desdeña al resto —muchos más—, ¿debería pensarse que también la cátedra ambiciona crear poder? ¿Cátedra y crítica son hasta qué punto términos compatibles? ¿No debería esperarse de la cátedra un cierto grado de ecuanimidad, sobre todo cuando está estudiando fenómenos tan poco acabados, tan inmediatos? ¿Es esto Cátedra o estrategia? Por ahora, dejo las cosas aquí. Mi natural burocrático me impide ir detrás de respuestas para tantas preguntas. Me interesa más, por otro lado, la tesis implícita en la contracrítica sobre Perlongher, acerca del par antitético vanguardia-tradición, no neovanguardia-neotradición, que me parece enterrado. Distorsionado por el vacío que dejó la desaparición de ese par, el eco de la contracrítica hace pensar más bien en términos políticos, tales como pluralidad-dogmatismo. Supongo que alguien puede considerar impensable una poesía, y su vehículo, un grupo, que no esté construyendo el poder de nadie, y viva por sí, como viven y conviven con cierta autonomía diversos fenómenos en una cultura abierta. Esta poesía sería la que algunas personas llamarían burocrática. Ahora bien, en el medio en el cual fue publicada mi opinión sobre el libro de Perlongher se publicaron poemas del mismo Perlongher, de poetas que respeta la cátedra, de poetas que respeta Perlongher, de inventores del neobarroco como Severo Sarduy, quien además fue entrevistado por ese medio. Es mi hipótesis que los amigos Perlongher harían extensiva la calificación de burócratas del sentido a muchos integrantes del Diario de poesía y es por eso que hago el señalamiento. Yo creo que está enquistada en ese grupo la sensación de que no pasó la época de los manifiestos, pero que nadie en ese grupo se atrevería a decir que forma parte de un lobby. Se mantiene la posición insostenible de que un poeta puede ser dueño de una originalidad absoluta pero a la vez puede pertenecer a un campo grupal que sería el de lo cuestionador, que hoy recibe otro nombre, lo transgresivo. ¡Deus! Esa palabra aparece en el discurso sobre la neovanguardia, y es la misma que utiliza la revista Gente para referirse al Presidente. El partido de lo transgresivo es demasiado heterogéneo o hay aquí otro problema.
La razón de fondo de toda esta confusión estriba, a mi entender, en que el concepto de vanguardia, así como el de transgresión, pertenece a otro programa. Simplemente, el software actual no lo registra. Quienes juegan con estos conceptos desde el poder lo hacen sabiendo que tales paradojas son herramientas en las luchas por el poder. Pero también luchan por el poder quienes suscitan ideas afines al concepto de vanguardia, pasando el caset del otro lado.
Instalan, en ambos casos, una polémica estéril, cuando la gente está trabajando en general con otro programa, que no registra el término vanguardia ni su opuesto.
De todos modos, me interesa decir que hay algún otro modo de concebir en poesía que no sea el neobarroso y que este modo no segrega una política paranoica.
Es este:
Una poesía que se instala en el campo de la literatura y no en el de la "originalidad"—digo literatura en lugar de tradición, y sin embargo no es un eufemismo. Una poesía que abandone sandeces tales como "la poesía es un fenómeno de las palabras" que era buena para batirse con los realistas, pero que no resiste el menor análisis. Una poesía que se reivindique ficcional (lo cual es ligeramente otra cosa que decir que es solo un hecho verbal, pero es otra cosa). Una poesía que se base en percepciones: el conocimiento directo, la conciencia ordinaria de los toístas, guiadas por algún tipo de arbitrio, que podría ser el ánimo. Pero una poesía que dé cuenta de la imposibilidad de terminar una construcción coherente de esas percepciones.
Una poesía que no abomine de la anécdota, replanteándola en los términos anteriores (anécdota de percepciones, diríamos). Una poesía que, en la escuela de Poe, tenga noción de efecto: lo que implica artificiosidad —o artesanía, palabra próxima— pero también tener en cuenta al lector; y lejos de pedir un lector "cómplice", pida un lector "indispuesto", lateral y hasta desdeñoso, al que haya que conquistar: ¿lector "hembra"?, ¿lector histérico? Cualquier cosa, menos cómplice, por favor, como la cátedra en el caso de Perlongher. Una poesía que recupere la función lírica, deje la dramática para la televisión o la política, aunque no excluya el pathos (ahora recuerdo cómo Alberto Girri coloca casi siempre cerca la efusión sentimental y el adorno). Una poesía "de mínima", que no es una poesía entregada al sistema sino una poesía de la vida inocente, la inmensa puerilidad: ésto es, una poesía que pregunte (por el sentido, claro). Y que registre meramente algunas apuestas nunca del todo exitosas. Se dirá: eso suena conocido, lo llamaron minimalismo. Esta bien, tiene que ver con eso. Tiene que ver.
¿Esto es un manifiesto? Lo suscribe en todo caso el que firma. El que firma es quien dice que la emoción es mala consejera; decir objetos es trabajar con la literatura; establecer distancia es ver (y no imponer) lo patético. Y en general que la poesía tiene alguna función, que se busca, como el sentido, pero en todo caso no está tan clara como la que se atribuye el neobarroso, que es una floración política, en el peor sentido de la palabra. El neobarroso es casi exclusivamente una forma de construir poder. Entrar en su mundo exige conocer un código. El código es complicado pero el que lo aprende goza de los beneficios de integrar una secta que lo construye como lector y a la cual construye. Es un mundo que aspira a dominar, no a compartir; y llego al punto cardinal de este manifiesto. A la poesía no puede interesarle constituir poder. Si no se entiende este único dogma, que en realidad viene de aquella busca de una función, que no permite ilusionarse, es mi opinión que no puede entenderse la poesía. Que es lo único desinteresado en verdad, porque la realidad es allí literatura.
No hago de esto cuestión de inocentes. Una cosa es la actividad política y otra cosa es la poesía entendida como actividad política. El modo de entender la poesía que planteo es también un modo de entender la política. No es atributo de los libros de poesía esa gratuidad, esa libertad, esa incorruptibilidad. Los libros son solo registros de un fenómeno —la carretilla mojada por la lluvia de Williams o los personajes de Melody Spring, de Gelman. Los libros "son solo ejemplos". Hechos que construyen líneas de puntos para revelar un dibujo dentro de la realidad donde tales cosas ocurren "de veras". La gente las vive de algún modo extraño (incluidos los políticos), en ciertos momentos, tal vez pocos. En ese momento, están tan abiertos como felices, impotentes y desguarnecidos.
(Diario de Poesía Nº20,
Octubre, 1991)
Octubre, 1991)
Jorge Aulicino (Argentina, Buenos Aires, 1949)
14 comentarios:
Coincido en gran parte con este artículo y no puedo dejar de sonreír, y de preguntarme sobre todo si tiene vigencia ahora, año 2009, momento en que los distintos poderes políticos, el mediático y el de la cátedra han hecho lugar común para algunos que ni siquiera dicen escribir poesía con sentido, y muchísimo menos intentan esa búsqueda de sentido de la que habla Aulicino. Y estos que dicen escribir poesía lo único que buscan, ahora, es poder, a secas. Y lo obtienen. Y mordazmente "los felicito, felices vacaciones tengan", para lo que les va a servir: sendos viajes al Primer Mundo, euros o bien dólares (canadienses o de los otros), antologías de San Lorenzo Club y de las otras, traducciones a lenguas inimaginables para los que ni la cátedra conocen y tampoco les interesaría; pero tratándose de poder, bienvenida sea. Fenómeno sociológico o perejiles, vaya a saberse. De ningún modo entra ni cabe ni se habla de poesía aquí. No sé si Perlongher buscó poder; creo que no.
Debería leer nuevamente Hule, de Perlongher, ya iré a hacerlo, aún voy por el mate mañanero, y comparar también cuál es la vigencia de ese libro y cuál la de este artículo, a la hora de parcializar. Tanta agua ha corrido, ninguna turbulenta en la poesía argentina desde el '91 hasta estos días. Aun así, qué lindo se debatía por esos años, che. Y sin para qué, Irene
Hola Irene. Dentro de un rato te contesto. Ahora estoy haciendo un asadito. Por lo pronto: gracias por el racconto.
lo significativo de este blog es la excelente selección de poemas y su diversidad.
es por ahí.
estas discusiones...no sé...¿sirven realmente?
cariños
bea
Selva, ¿por qué te das por incluida en el "algunos" que menciono?
Y acerca del debate, sí, es muy pobre el debate en estos días, así como el debate en los '60 era mucho más rico que el que se daba en los '70. Nos han empomado, señora. En cuanto a que los blogs destruyen "todo poder", lo dudo.
Marcelo, haciendo uso de las utilidades de los blogs, suprimí un comentario que había dejado y que no estaba en relación al artículo de Jorge sino al comentario de Irene.
Reformulo, entonces, lo que quiero decir muy escuetamente.
Lamento que cierto tono con el que se enuncian las cosas siga generando no muy buenos sentimientos de mi parte. El artículo de Jorge no puede utilizarse para analizar la realidad de la poesía actual en el país. Si algo bueno tiene esta época es el lugar y el rescate de estéticas muy diferentes. Y no lo formulo como observadora de un fenómeno sino como defensora y trabajadora de eso que digo.
Tal vez, sería bueno que Irene aclaré a quiénes se refiere cuando habla de poderosos y perejiles de la poesía.
Es más que significativa la pregunta de "bea" acerca de si "sirven estos debates".
No sé si "bea" se refiere al debate que da ahora Irene o al que yo traté de dar inúltimente: no fui respondido. De una época a otra: Perlongher es un muy buen poeta en Austria-Hungría, lo es mucho menos en "Hule". Sólo había criticado en ese momento el libro "Hule", y bastó para que murmuraran resentimientos en alguna sobremesa en lugar de responder de manera pública. Tampoco la nota de Gracía Helder que rescató Leites en este blog fue respondida en su momento. Creo que en nuestro ánimo, el de Helder y el mío, estaba polemizar lealmente. La polémica no enturbia la poesía, y sí, "bea", sirve. Siempre sirvió. Contribuyó a la escritura de la historia. Porque también la poesía tiene historia mal que nos pese. Esto es para mí una verdad de Perogrullo. Este blog se ha distinguido por "hacer la historia" a través de las obras que publica, y también por recuperar documentos como este manifiesto cuarentón, que se puede rever a la luz de hoy, pero del que no me arrepiento.
En general no suelo publicar poemas propios ni mis ideas en este blog, porque siempre espero que el material publicado hable por sí mismos. No obstante, la ocasión amerita puntualizar algunas cosas.
A mi modo de ver, la vigencia del trabajo de Aulicino es innegable, por más que situado en la época que esté (y lo está). Hay una idea "fuerte" que recorre todo el ensayo: El neobarroco trabaja con texturas, con superficies más que con significados; el objetivismo (o el minimalismo) con los significados o es una apuesta al sentido. Otra idea "fuerte" es el de poder que consigue el neobarroco a través de la hipercodificación de su discurso, recurso que le habría permitido a Perlongher convertirse en uno de los pocos escritores (si no el único, si exceptuamos las conferencias de Borges) que tuvieron acceso a la UBA.
Esto sigue siendo así, por más agua bajo el puente que haya corrido. La academia sigue tejiendo estrategias de poder alrededor de ciertos personajes de la literatura y deja afuera al resto.
También sería bueno advertir (y que lo adviertieran especialmente los destinatarios del ensayo: entonces o ahora) que una cosa es criticar un libro de un autor y otra muy distinta invalidar TODA su obra. Además de "Austria-Hungría", yo agregaría "Alambres". Tampoco significa invalidar todo un estilo, el neobarroco en este caso, que le ha permitido a un Lezama Lima escribir poemas maravillosos quien, además, escribía poemas sin saber que era neobarroco.
También es cierto que ninguna idea es absoluta. Eduardo Milan -por ej. es neobarroco-, pero su obra apuesta hacia "algún sentido"; aunque es una excepción.
La intervención de Jorge en este blog revela que TAMPOCO ENTONCES había demasiado debate que digamos, porque ni su ensayo ni el de Helder fueron respondidos.
También creo que el debate y la polémica pueden ser enriquecedores, siempre y cuando se mantengan dentro de un clima de respeto (que garantice que los que dialogan se están escuchando realmente entre sí, ejemplos: Borges/Sábato; Murena/Vogelman; Ortiz/Mastronardi) y mientras no nos arranquemos los ojos porque a veces se empieza discutiendo una idea y la cosa se termina enredando hasta tal punto que aparecen las agresiones personales, los enconos, los resentimientos, los rencores, etc.etc. Y no se termina más. Eso sentí como lector de algunos debates de "Las elecciones afectivas", por ejemplo. A lo mejor a ese tipo de debates apunta Bea con su comentario.
Irene: creo que hay un desplazamiento en tu lectura, desde el ensayo de Jorge, hacia lo que pasaría "de veras", ahora, en la poesía argentina. Lo que decís sobre el poder del periodismo y la Universidad también era cierto entonces; siempre contribuyeron a legitimar algunos autores por encima de otros. No sé a quiénes te referís cuando hablás de escritores a los que sólo les interesa irse de vacaciones por el mundo y no la literatura. A mi me gustaría que pudieras dar ejemplos concretos.
Estoy de acuerdo con Selva y con Bea: la diversidad estética es muy grande. En la Argentina, particularmente, y ya viene siendo muy grande desde hace mucho tiempo, por eso Aulicino habla de la historia de la poesía.
Si una beca al Canadá sirvió para escribir un libro como "Meditaciones en el bosque", bienvenidas sean las becas.
Gracias a todos por los comentarios.
Una aclaración: Irene, no me siento incluida en lo que decis. Sólo leo tu comentario y recuerdo otros que tuve oportunidad de leer no hace tanto.
Marcelo, la poesía sigue siendo, hoy, un bien preciado para pocos y que la UBA incorpore o "legitime" a un autor, personalmente, me tiene sin cuidado. Cuál sería, realmente, el impacto de esa "legitimación" en la sociedad?
La poesía corre por debajo de las instituciones, como dice Jorge en su artículo "A la poesía no puede interesarle constituir poder".
Sí, es verdad que puede haber libros con más o menos gracia de un mismo autor, pero ninguno de ellos puede invalidar toda una estética.
Es verdad, Selva: La poesía corre por debajo de las instituciones; pero la crítica periodística muchas veces deriva es tributaria de ámbitos académicos y amenaza convertirse en hegemónica. Caso: La Nación de hace un tiempito nomás y las intervenciones permanentes (y excluyentes) de Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer, Ricardo Piglia o Juan José Saer. ¿Y cómo nos afecta eso en un país cada vez más devastado por la pauperización y el analfabetismo que crece cada día más?
Vuelvo a la frase citada: La poesía corre por debajo de las instituciones; pero si no hay alguien que te la haga conocer, el lector se queda afuera; por eso en una de las últimas Ñ, Osvaldo Aguirre habla del Canon de los marginados; pero ese canon lo crearon algunos escritores, no se crea por arte de magia o por el simple paso del tiempo. Alguien tiene que hacerlo.
En el siglo XIX, Félix Mendelssohn, un romántico empedernido avaló y difundió la obra de su predecesor,Johann Sebastian Bach, un organista y compositor del barroco que en su época era considerado inferior a Vivaldi. Y mirá el lugar que ocupa ahora.
No sé si además podemos hablar del "lugar que ocupa la poesía en la socidad", porque casi que no ocupa ningún lugar. Es un espacio vacío. Volvemos siempre a lo mismo: ¿Quiénes son los lectores de poesía?
Entonces habría empezar por reconocer lo que es: Si la poesía no ocupa ningún lugar en la sociedad actual, ese "poder" que le estamos asignando, tampoco existe, SALVO, para el mundo de la literatura, que es el mundo de los mismos escritores, con las poquísimas excepciones del caso, como en toda regla.
Algo más: Jorge, seguramente este artículo que Marcelo trae a colación tuvo sus causas y justificación muy importantes en el momento en que lo escribiste. Suena intenso y seguramente la actitud de la academia en ese momento imagino que sería intolerable para muchos. Y es verdad que uno no tiene que arrepentirse de lo que escribe, porque estamos todo el tiempo construyendo nuestros pensamientos con aciertos y errores. No desconozco que la poesía tiene una historia ni quiero hacerlo. En mi caso, si bien mi primer contacto real con la poesía fue, justamente, a través de la gente del Diario de Poesía, cuando aquellos manifiestos fueron escritos, yo recién empezaba a ver de qué se trataba la poesía y si quería mostrar mis poemas o no. Ahora que vuelvo a leer estos manifiestos, con más conocimiento de causa, me pregunto si es posible dar respuesta ahora, si a quiénes estaban dirigidos podrían darla. Y también me pregunto - y no para debatir sobre el punto sino como nota de color -si en realidad mi estética no está más cerca de aquello que, en su momento, el Diario criticaba.
Creo que lo mejor que tiene esta época es la convivencia de estilos completamente disímiles, que antes estaban enfrentados. El asunto es si realmente conviven o cada cual lleva agua para su molino, independientemente del viento que sopla y hace mover todos los molinos.
Parto de dos lugares que creo son nodales: 1. la poesía ES historia y 2. la crítica sirve.
Con respecto a lo primero, tenemos algunas dificultades: la dificultad de los críticos de poesía, que no saben/pueden/quieren meterse en las honduras históricas que allí se escriben. Porque, nada hay menos obvio que la Historia de la que se habla, o la construcción histórica que subyace. Meterse en ese campo implica un esfuerzo intelectual. En los tiempos que corren, las intenciones mediáticas se solidarizan con la inmediatez y la poesía, si breve, no es de lectura inmediata. Quizá sí de percepción inmediata, pero para llegar a eso ‘otro’, lo histórico-sociológico, se exige una lectura comprometida. En Perlongher, a quien estudié en algún momento, parada en la vereda de enfrente… todo es tan obvio, conmovedor, pero tan obvio. Y en este mismo lugar pienso que en la poesía hay búsqueda o, al menos, debería haber búsqueda. Una mítica tangencial y personalizada, un oscurantismo revelador. Las palabras sirven, pero no sirven cuando quedan foráneas. Lo que permanece es la idea. Lo que refleja la idea es la búsqueda. La búsqueda, a su vez, fortalece la idea. Es posible que no pueda recordar tres versos de un poema, pero mi cuerpo conserva en su centro mismo la idea. Sin idea hasta la emoción pasa. Con idea, la emoción se repite infinitamente.
Siguiendo con lo primero, la academia (de la que formo parte) tiene un grado de ignorancia eximio. Puedo dar ejemplo. He padecido rendir un final, aprobado con diez, donde la cátedra no tenía idea de lo que estaba exponiendo. Hasta me felicitaron. No es novedoso decir que NO HAY POESÍA EN LA ACADEMIA, salvo excepciones. Y lo desesperante es que cuando alguna cátedra tiene las agallas, los mismos alumnos dicen que para qué poesía. Escuché leer a Lorca o a Machado o a Garcilaso, por mis propios compañeros y quise suicidarme con un lápiz grafito. Escuché leer a Bayley y sentí vergüenza ajena.
Me fui por las ramas. Pero, en fin, para qué preocuparnos por la academia a esta altura. Es inútil.
Y corto aquí porque esto es demasiado largo para un comentario. La crítica sirve. Todo mecanismo que accione el pensamiento abre nuevos campos. Si la crítica es digna y no se toma como un movimiento de ataque personalizado para descargar asuntos personales, entonces, enriquece. La diferencia es otra manera de pensar.
silvia camerotto
cuando me pregunté si ESTAS DISCUSIONES SERVÍAN(dije "discusiones", no dije "críticas"), lo hice motivada por lo que percibí como un enfrentamiento en el comentario de Selva respecto del primero de Irene Gruss. Selva retiró su comentario, de modo que falta un elemento en la serie.
Creo que la crítica es útil, también el intercambio, la diversidad de miradas, aún la oposición inconciliable.
Creo que lo que NO SIRVE, es usar las diferencias en la consideración del hecho poético, como soporte para el enfrentamiento personal.
La crítica de J. Aulicino me parece pertinente, fundamentada y clara.Creo que es en esa línea que podemos distanciarnos de DISCUSIONES y acercarnos a INTERCAMBIOS CRÍTICOS, que , por supuesto , creo que SÍ SIRVEN.
cordialmente
bea
Selva, no sé si estás cerca de aquel neobarroco. Sólo quiero decirte que aunque lo estuvieras, esto no sería impedimento para apreciar tu trabajo, como lo aprecio. En cuanto a la cuestión del poder: está muy enfatizada en la nota que desencadenó este intercambio. Sostendría hoy que en aquel momento el neobarroco se autoetiquetó, detrás del buen Sarduy, del buen Lezama, del buen Góngora (y detrás de éste, estaba Dios como dijo entre burla y vera el propio Sarduy) para crear un manípulo, un grupo de influencia, mediante el cual los nombres del neobarroco, con dorados y filigranas, quedaran inscritos en la historia de la poesía. Esto es todo a cuanto puede aspirar un escritor de poesías, Marcelo, pero así como parece nada, para él es mucho. Vos sabés que hasta en un equipo de fútbol de potrero se compite por ser el mejor... ante quién? Ante unos arcos de ramas y un palo borracho? Sí, porque en la imaginaria tribuna alguien, o muchos, aplauden. Los políticos necesitan el besamanos y los gritos eufóricos de sus acólitos, el jugador de fútbol, el cantante heavy, el mago de feria, más o menos lo mismo. Uno puede estar a cierta distancia de tales necesidades, pero esas necesidades son reales, diría, casi en un exabrupto,son humanas. Tal vez no humanas, sino sociales, o culturales. Y hacen de un hombre a veces un gran hombre, a veces un miserable. Con iguales elementos, se forjan seres distintos: el rastrero y el héroe. Pero me he ido del tema... Las notas en el Diario, el Diario mismo, eran modos de construir presencia y poder. No para algunos, sí para otros. Sin embargo, digo y recuerdo lo que dice la nota que reproducís, Marcelo: el Diario al menos publicó poemas de los neobarrocos, notas a los neobarrocos, críticas laudatorias, comentarios favorables como alguno de Freidemberg, o brulotes (como el mío contra Perlongher)además de la nota crítica de García Helder y de la mía. El Diario, en aquel momento, fue plural, y ahí está su archivo. Pero no hubo polémica de parte de ellos. Y a esta altura, honestamente, no sé si importa. Las cosas van teniendo otra dimensión. La historia se hace más diversa. Aquella secta no existe y sus miembros ocupan el lugar que los lectores (que son los autores en este medio) le van dando. Si para algo sirvió batirse "intensamente", fue para propugnar una mayor apertura, un foco más amplio de lectura. No escribí la nota para sepultar a nadie, sino como un intento de dar visibilidad a otra poesía y a su respectiva estética.
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