La tierra se ha quedado negra y sola:
que el viento con gran aliento expire
y que la mar no mueva ni una ola.
Fernández Moreno, el Viejo
La Crucifixión
ah tú querías esta eternidad
reír y sonreír
los valses la mujer
vivir al descuido cada minuto
recordarlo después con rigor implacable
palpar la materia su vida febril oculta
afirmarte sobre la vereda
y fatigar la selva de baldosas
con un movimiento de conquista
pero ya tenías mucha soledad
de pronto se te puso perfecta
he aquí las cosas huérfanas como yo
tus hijas, mis hermanas
cómo escuchar una bocina
fiesta exclusiva para tus tímpanos
una cucharita me hace llorar
una tranquera me parte el alma
dios me libre de la calle Florida
cómo estrellas sin tu retina
dónde están tus sentidos
la célula central en que desembocan
el nervio que volvía derecho a la mano
la mano que escribía sobre cualquier mesa
yo no puedo aguantar que hayas estado vivo
el tiempo es demasiado tolerante
los padres no debieran adentrarse tanto en la edad de sus hijos
deberían morir al principio
o bien no morir nunca
por qué dividir así una vida
ser hijo durante tantos años
y de pronto no
proyectado de pronto hacia fuera
trastabillar enceguecido
irse de espaldas
yo no tengo la obligación de estar muerto
ya lo sé pero cómo pude
haber sido tan distinto
tu hijo y no tú mismo
qué lejos nos pusieron
yo debí haber nacido contigo y no de ti
haber llegado juntos a la adolescencia
hubiéramos vivido en aquel Chascomús
jóvenes médicos los dos
recorriendo de noche las huellas apartadas
rompiendo al caminar los opacos terrones
tras el alambrado de un hilo
la masticación musical de un caballo
el club social lejano insistía con sus luces
tu querías un hijo literal una astilla pura
un hijo como un órgano como un miembro
y yo hubiera querido
yo quiero ahora ser ese órgano y ese miembro
ahora que pasa esto
esta burda diferencia
yo vivo y tú no vives
explícame ahora perdóname ahora
estas imágenes que se me forman en los ojos
esta piel que se me besa con el mundo
esta respiración que se me mueve en el pecho
perdóname cada mañana por despertar
por beber
por mi garganta en el momento supremo
en que se cierra sobre cada sorbo
perdóname este discurso
tú querías que te cantara las canas
y ya ves te canto los huesos
de nuevo llego tarde
¿nunca te volverá a tomar el pulso
yo no detallarás mis hijas en sílabas contadas
nunca más jugaremos al póquer y pedirás tres
no caminaremos hasta Rivadavia bajo los plátanos
no competirás conmigo en estar enamorado
nunca te quedarás agarrotado de angustia
y yo me voy con Claudio a ver una película musical
nunca vendremos solos a Buenos Aires en verano
ni exploraremos las demoliciones
nunca me volverás a tomar el pulso
y resolverás que falte al colegio
no me regalarás aquel librito rojo
donde Robinson construye una chalupa
no deberé jugar despacio mientras duermes la siesta
ni me cortarás el pelo por primera vez
ya no me comprarás aquella cuna de mimbre
nunca me engendrarás?
esto es nacer ya soy un hombrecito
terminé de crecer estoy cabal
ya soy puro principio y fin
sin intermediario con lo anterior
sin mediador con lo siguiente
la vida tiene en mí su punto de partida
y la muerte su punto de llegada
ahora me toca a mí nadie se me adelante
en seguidita voy
la muerte no es tan práctica
no hay otra forma de achatar el tiempo
(Versión 1950)
César Fernández Moreno (Argentina, Buenos Aires, 1919 - París, 1985)
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