jueves, 15 de octubre de 2009

Bajo el cielo nacido tras la lluvia


















Bajo el cielo nacido tras la lluvia

escucho un leve deslizarse de remos en el agua,
mientras pienso que la felicidad
no es sino un leve deslizarse de remos en el agua.
O quizás no sea sino la luz de un pequeño barco,
esa luz que aparece y desaparece
en el obscuro oleaje de los años
lentos como una cena tras los entierros.
O la luz de una casa hallada tras la colina
cuando ya creíamos que no quedaba nada sino andar y andar.
O el espacio del silencio
entre mi voz y la voz de alguien
revelándome el verdadero nombre de las cosas
con sólo nombrarlas: "alamos", "tejados".
La distancia entre el tintineo de la campanilla
en el cuello de la oveja al amanecer,
y el ruido de una puerta cerrándose tras la fiesta.
El espacio entre el grito del ave herida sobre el pantano,
y las alas plegadas de una mariposa en calma
sobre la cumbre de la loma barrida por el viento.

Eso fue la felicidad:
dibujar en la escarcha de los vidrios figuras sin sentido
sabiendo que nada durarían,
cortar una rama de pino
para escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda,
atrapar una plumilla de cardo
para detener un momento la huida de toda una estación

Así era la felicidad;
breve como el sueño del aromo derribado,
o el baile de la solterona loca frente al espejo roto.
Pero no importa que los días felices sean breves
como el viaje de la estrella desprendida del cielo.
Pues siempre podremos reunir sus recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
encuentra guijarros con los cuales forma brillantes ejércitos.
Pues siempre podremos estar en un día que no es ayer ni mañana,
mirando el cielo nacido tras la lluvia,
y escuchando a lo lejos
un leve deslizarse de remos en el agua.



Jorge Teillier (Chile, Lautaro, 1935- Viña del mar, 1996)






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