viernes, 12 de febrero de 2010

Estética



Trepado al techo de la casa de mi abuela

se podía observar un desparejo paisaje
de oxidado zinc, algún que otro tejado
y árboles que alzándose desde los patios
parecían huir a los remotos países del cielo.
Pero eran los techos de zinc al atardecer
los que atrapaban el centro de mi atención,
realmente era hermoso contemplarlos
y cuando un aire fresco me acariciaba el rostro
en mí pulsaban cuerdas para la música
o los ruidos, desde donde nacerían las palabras.
Eran mi concepción de la belleza,
un cuadro que podía delatarme.
Hoy sin levantar los codos de mi mesa
observo ese paisaje de mi infancia.
Lo que permanece silencioso, aquello
que se corresponde con el óxido
no espera respuestas sino arte,
una escritura áspera de zinc.


(De: No importa el frío,
Ed. El Arca del sur, 2003)
Roberto D. Malatesta (Argentina, Santa Fe, 1961)



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