La autopista tiende a hacer del paisaje una forma básica. No sólo por la isometría que va tomando sitio frente al parabrisas, fijamente recortada hacia adelante, con su fluida persistencia modular, que escapa por el aire con un chasquido de látigo, sino también, y en primer lugar, por lo que la velocidad uniforme consigue abstraer a ambos lados del automóvil, allí donde la presencia del paisaje se esfuma como alma que lleva el diablo.
Juan Calzadilla (Venezuela, Altagracia de Orituco, 1931)
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