No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.
Comprendo que mi tristeza no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan será sólo por el viento.
No me causa dolor que los sotos de alisos recuperen su murmullo.
Me doy por enterada de que, como si vivieras, la orilla de cierto lago es tan bella como era.
No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.
Puedo incluso imaginarme que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo sobre el abedul derribado.
Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.
Supongo incluso que los une el amor
y que él la abraza a ella con brazos llenos de vida.
Algo nuevo, como un trino, comienza a gorgotear entre los juncos. De veras les deseo
que lo oigan.
No exijo ningún cambio de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero no obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.
Una cosa no acepto. Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente y sólo lo suficiente
para recordar desde lejos.
Wislawa Szymborska (Polonia; Kórnik, 1923; Cracovia, 2012)
(Traducción de Gerardo Beltrán)
No hay comentarios:
Publicar un comentario