La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas, en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.
Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbour y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y sólo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.
Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en cubierta, al sol, bailan las parejas.
Pasan siempre tantas cosas
que seguro que tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.
Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.
No le faltan encantos a este horroroso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar.
En los campos de Macejowice
la hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.
Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de abedules y bosques de cedros,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.
Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que se seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.
En los trágicos desfiladeros
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.
Wislawa Szymborska (Polonia; Kórnik, 1923; Cracovia, 2012)
(Traducción de Abel A. Murcia Soriano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario