En la higuera del patio los higos están verdes
verdes también las uvas en la verde parra que hace sombra sobre las baldosas rojas de la galería. Se acabó el dinero.
Así, alerta, la naturaleza prepara un trago amargo sin halagos, sin reproches, para nuestra despedida. El sol brilla sobre el trigo inmaduro.
Los gatos juegan entre las cañas.
Mirar hacia atrás no va a endulzar esta penuria -el bronze del sol, la pátina metálica de la luna, la escoria plúmbea del mundo-
Pero siempre deja ver
el delgado malecón rocoso que protege la bahía azul de la ciudad
contra el furor de la marejada
que golpea, sin cesar, brutalmente.
Cagada por las gaviotas, una choza de piedra,
el dintel abierto a la erosión inclemente:
A través de esa lengua de rocas ocres
las cabras, hoscas, acarrean sus excesivos pelos,
y chupan la sal marina.
Sylvia Plath (E.E.U.U., Boston, 1932 -Inglaterra, Londres, 1963)
(Traducción de Alejandro Manara)
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