viernes, 13 de febrero de 2009

Diario (1)




[Después de unas semanas en habitaciones de Elguin Crescent, en julio tomamos una casa en Nº5 Acacia Road, St. John's Wood. Allí el hermano "Chummie" de Katherine Mansfield fue a pasar una semana con ella antes de marchar al frente. Fue muerto casi inmediatamente. La entrada siguiente es un documento de una de las conversaciones que mantuvieron.]

Octubre.

Están paseando por el jardín de Acacia Road. Está oscuro; las margaritas de Michaelmas están brillantes como plumas. Del viejo frutal que está al fondo del jardín —el delgado árbol que parece un álamo— cae una pera redondeada, dura como una piedra.
"¿Oíste eso, Katie? ¿Puedes encontrarla? Por Dios... ese sonido familiar".
Sus manos se mueven entre el delgado pasto húmedo. Él la recoge e, inconscientemente, como siempre, la lustra con su pañuelo.
"¿Recuerdas las enormes cantidades de peras que solía haber en aquel viejo árbol?"
"Junto al cantero de violetas".
"¿Y cómo después de un viento del sur solíamos ir con canastos para la ropa a recogerlas?"
"¿Y que mientras estábamos agachados seguían cayendo y nos golpeaban en la espalda y la cabeza?"
"¿Y qué lejos que habían caído, siempre tan lejos, debajo de las hojas de las violetas, por los escalones, hasta el lugar de las lilas? Solíamos encontrar las pisadas entre el pasto. Y qué pronto las hormigas daban con ellas. Es como si ahora viera aquel agujerito redondo con una especie de borde de pimienta oscura alrededor".
"¿Sabes que nunca he vuelto a ver peras como aquellas?"
"Eran tan brillantes, de un amarillo canario... y pequeñas. Y la piel era tan delgada y las semillas azabache. Primero le quitabas el pequeño cabo y la chupabas. Era apenas amarga, y luego la comías desde arriba, con semillas y todo".
"Las semillas eran deliciosas".
"¿Recuerdas cuando te sentabas en el asiento rosado del jardín?"
"Nunca olvidaré aquel asiento rosado del jardín. Es el único asiento de jardín para mí. ¿Dónde está ahora? ¿Crees que nos dejarán sentar en él en el cielo?"
"Siempre se tambaleaba un poco y mostraba las marcas de una babosa".
"Sentados en aquel asiento, balanceando las piernas y comiendo las peras..."
"¿Pero no es extraordinario lo profunda que era nuestra felicidad... qué positiva, profunda, brillante, cálida. Recuerdo la manera en que nos mirábamos y sonreíamos...¿tú te acuerdas?... compartiendo un secreto... ¿Qué era?"
"Creo que era la sensación de la familia...éramos casi uno solo. Siempre nos veo caminando juntos por todas partes, mirando las cosas juntos con los mismos ojos, discurriendo...Volví a sentir eso...ahora mismo...cuando buscamos la pera entre el pasto. Recuerdo buscar contigo entre las hojas de las violetas...¡Oh, aquel jardín!¿Recuerdas que algunas de las peras que encontrábamos tenían pequeñas marcas de dientes?"
"Sí".
"¿Quién las mordía?" "Eso siempre fue un misterio".
El la rodea con su brazo. Pasean hacia uno y otro lado. Y la luna redonda brilla sobre el peral, y las paredes cubiertas de hiedra del jardín resplandecen como metal. El aire huele a frío...es pesado... muy frío.
"Volveremos allá un día...cuando todo haya terminado".
"Volveremos juntos".
"Y lo encontraremos todo..."
"¡Todo!"
Ella se apoya en el hombro de él. La luz de la luna se torna más intensa. Ahora están frente a la parte posterior de la casa. Un cuadrado de luz aparece en la ventana.
"Dame la mano. Sabes que siempre seré una extraña aquí".
"Sí, querida, lo sé".
"Caminemos hacia uno y otro lado por última vez y entremos".
"Es tan curioso... mi absoluta confianza de que regresaré. Lo siento cosa tan segura como esta pera".
"También yo lo siento".
"No podría dejar de volver. Conoces esa sensación. Es terriblemente misteriosa".
Sobre el pasto, las sombras son alargadas y extrañas; un soplo de extraño viento murmura en la hiedra y la vieja luna recubre de plata sus cuerpos.
Ella tiembla.
"Tienes frío".
"Muchísimo frío".
El la rodea con su brazo. De pronto la besa...
"Adiós, querida".
"Oh, ¿por qué dices eso?"
"Querida, ¡adiós.. .adiós!"



Katherine Mansfield


(Traducción de Antonio Bonanno)


Katherine Mansfield (Kathleen Beauchamp; Wellington, 1888 - Fontainebleau, 1923). Narradora neozelandesa que cultivó la novela corta y el cuento breve, convirtiéndose en una de las autoras más representativas del género. A pesar de pertenecer cronológicamente al grupo constituido por J. Joyce, D. H. Lawrence, E. M. Foster y V. Woolf, quienes liquidaron el conformismo victoriano sobre las pautas trazadas por el Lord Jim de J. Conrad, Mansfield representa un caso aparte en la literatura anglosajona de la época, pues como el ruso A. Chéjov supo captar la sutileza del comportamiento humano. Pasó la mayor parte de su infancia en Yarori, pequeña ciudad situada no lejos de Wellington, y a los catorce años fue enviada a Inglaterra, donde frecuentó el Queen's College de Londres. Luego volvió, en 1906, a Nueva Zelanda. Ya cuando niña empezó a manifestar un talento vivo y la conciencia de una libertad moral que habían de imprimir en su obra narrativa el sello de una profunda originalidad. Después de haber permanecido en el hogar durante dos años, obtuvo de su padre una modesta asignación que le permitió residir de nuevo en Londres, siquiera pobremente. En 1909 contrajo matrimonio con George Bowden, de quien muy pronto se divorciaría, y dos años más tarde publicó su primer libro de narraciones, In a German Pension (1911), revelador de una personalidad compleja y de difícil definición, así como de un estilo original en el que se advierten acusadas influencias de Chejov. Las sucesivas colecciones de cuentos, Felicidad (1921), Garden-Party (1922), La casa de muñecas (1922) y El nido de palomas y otros cuentos (1923), la impusieron rápidamente a la atención de la crítica y del público como uno de los mayores talentos narrativos de la época. En 1918 se unió al célebre crítico inglés John Middleton Murry, que escribiría una de sus más cariñosas biografías (1949); sin embargo, este vínculo resultó asimismo tempestuoso, y conoció frecuentes y prolongadas separaciones.
El DIARIO es una recopilación, a modo de collage, ordenado y publicado por Middleton Murry, luego de la muerte prematura (a los 35 años) de su mujer y como un medio de hacer realidad uno de sus deseos más queridos: la realización de una especie de carnet de apuntes de su vida. Mansfield no sólo escribía en su diario los acontecimientos de su vida, sino que también lo utilizaba como ensayo o esbozo de sus relatos cortos.

(1) La entrada que publicamos corresponde a una noche de octubre de 1915 y la nota inicial fue escrita por Murry.


IMAGENpágina del Diario de Katherine Mansfiel del 6 de septiembre de 1911)



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