Acerca de la importancia de la fosa
en los talleres mecánicos
a Luis Manuel Olivetti
Desde adentro
de la fosa
del taller mecánico
un hombre mira hacia arriba
y perfora con la vista
la sombra oscura
estacionada sobre su cabeza
En ese nicho milagroso
renace el vínculo
armónico de los engranajes
la memoria dinámica
de los mecanismos
y el poder explosivo
de la combustión
La fosa del taller mecánico
es el ámbito sublime
que conserva la penumbra
de los rincones secretos
En su interior se instala
un perfume industrial
que filtra recuerdos
inmersos en olor a grasa:
grasa con litio
grasa grafitada
con siliconas
grasa pura
Desde adentro
de la fosa
del taller mecánico
un hombre mira hacia arriba
y perfora con la vista
la sombra oscura
estacionada sobre su cabeza
El hombre es un mecánico
en busca de certezas
tras la observación
pondrá en funcionamiento
los cinco sentidos:
La vista para detectar
con sus ojos la falla
que motivó la consulta
El olfato para percibir
pérdidas de fluidos
en las entrañas del motor
El oído para escuchar
ruidos indeseables
o chirridos angustiantes
El tacto para probar
la consistencia de mangueras
y retenes estropeados por el uso
El gusto para paladear
el sabor del triunfo
al detectar la avería
Desde adentro
de la fosa
del taller mecánico
un hombre mira hacia arriba
y perfora con la vista
la sombra oscura
estacionada sobre su cabeza
El techo de su cielo negro
es un vehículo que reposa
a la espera de reparación
El triste estado
de convalecencia del automóvil
es la imagen degradada
del rodamiento
en estado de exigencia
La venida a menos
del metal exacerbado
Desde adentro
de la fosa
del taller mecánico
se ilumina
el cerebro de un técnico
que sepultado en su caverna
ostenta un poder
que no se discute
comparable al de un sanador
consagrado en estampitas
Su diagnóstico
y su terapéutica
se respetan
se comprueban
y verifican
fuera de la fosa:
en la superficie
a ras del piso
en el camino
tirando cambios
y haciendo rebajes
Es el momento
en que el automovilista
confiará ciegamente
en los recursos
del especialista
que trabajó en el rodado
aunque exigirá respuestas
Las buscará en la ruta
desde la butaca del bólido
A bordo de su cupé
de su berlina
de su pick up
Abrigará la ilusión
de que ya
ningún desperfecto
le impedirá llegar
al sitio que soñó
Junto a la compañera de viajes
que nada entiende de fierros
pero le acelera el corazón.
Alma de acero
a Vicente
Lo peor de los fierros
Es que se oxidan
Y la herrumbre avanza
Hacia el interior del metal
Los fierros mueren
De afuera hacia adentro
Como tantas personas
Como millones de almas
Yo creo en las almas
Pero no en las de los muertos
El alma del fierro está en la resistencia
El alma de las personas también
En lo que resisten hasta quebrarse
Como una varilla del 8, un eje o un pistón
El fierro aguanta hasta que aguanta
Lo mismo que un alma.
Javier Cófreces (Bs.As., 1957)
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