martes, 10 de febrero de 2009

MONJAS TOCANDO EL ACORDEÓN




















Tres monjas de zoquetes verdes
tocan sus bellos acordeones

cantando y moviendo los dedos
idas nuevamente del mundo

porque las religiosas siempre
se están retirando del mundo

sus trajes simples se mueven
al viento para no volver jamás

lo mismo sus melodías que van
camino al Orientado que goza

tres alegres zoquetes verdes de lana
tres crucifijos tres rosarios

tres refulgentes y bellos instrumentos
libres de Berio y la geósfera

retiradas idas llevadas expulsadas
bailan corren de aquí para allá

la ropa tendida flamea en un alambre
el olor a jabón blanco se esparce

igual al olor de sus cabellos cubiertos
y de sus muslos y de sus codos

un gran movimiento de olor a jabón
recorre el jardín del convento

son ellas que bailan y cantan como lo hacían
hace quinientos años las otras religiosas

más melódicas y menos limpias sin el ojo blanco
del polvo de jabón esparcido

mueven sus dedos que se están yendo para
siempre hacia un platónico arquetipo

yéndose como los rápidos dedos de las adolescentes
que menean su campanita roja

ellas las santas las Teresa de Ávila
las Rosa de Lima refinadas de suplicio

voluntarias musicales poco terrestres
aéreas como Diodata Degli Ademari

insepultas acordeonistas cronistas de la
pompa de jabón blanco íntimas inefables

histéricas al estilo de Diana de Andolo
licuadas amantes del paté de ganso

con sus acordeones bailan bailan bailan
cantan melodías referidas al cabrito del Salvador

mueven de aquí para allá sus cuerpos
de cloro inciensarias lejanas al almíbar

las campanas del convento compiten
con su badajos sus glandes macizos

amplificados por todo el aire que se mueve
vendado en sus verdes medias de lana

la música no lo es todo para ellas
así como ellas no lo son todo para la música

la armonía ha hecho lo indecible
para que las religiosas la desestimen

pero las gloriosas afeitadas insisten
moviendo sus dedos en los acordeones

¿qué deberíamos hacer nosotros los
oyentes pasivos los geósferos?

¿atarlas colgarlas de un ciruelo
llenarles la boca con jamón?

¿por qué? si ellas disfrutan con sus
trajes holgados haciendo monerías

¿deberíamos callarlas dejarlas ascender
como los globos colorados de los niños?

bailan bailan corren y cantan y bailan
para que el Salvador retire sus espinas

pero el Orientado acostumbrado a Häendel
a Pallestrina se llena de estrellas los oídos

tapándose la cabeza con la sábana sagrada
enviándoles afonía nódulos escapes de aire

el abate las ve frágiles dulces y espontáneas
donantes de sus órganos lívidas comestibles

cerealitas exprés religiosas hermanas
sor juanas del té manon chocolinas

¡sigan preciosas! sigan con sus metatarsos
y sus falanges gravando en el aire

continúen esparciendo el aroma del jabón
blanco por la espúrea canaleta del mundo

no edifiquen sino melodías mínimas
para el agujero de ozono y las toallas

todos los desiertos añoran sirenas que cantan
y muchachas envueltas en corpiños

mañana no estarán y nosotros los geósferos
soportaremos el silencio y las moscas

¿es preferible entonces el canto del gallo
engordado con píldoras y anabólicos?

¡oh señoras! sigan tocando y bailando
no hagan caso del inveterado oído del crucificado

no hagan caso de los Who que en cualquier
momento vuelven a unirse

para hacernos menos creyentes
menos donantes de los órganos.



Alberto Muñoz (Argentina, Buenos Aires, 1951)



Más poemas de Muñoz, aquí.



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