martes, 12 de agosto de 2008

LA VENTANILLA DE UN TREN CORTA



















LA VENTANILLA DE un tren corta
—no asesina—
corta impasible como un carnicero
las reses el paisaje
lo que se va quedando atrás
y entra definitivo en el pasado.
Nada más cruel más plácido
que hacer señales desde una ventanilla
que pulir ese vidrio inofensivo
(nadie se picará las venas)
Quizás del otro lado
alguien reanuda este diálogo mudo.
Pero no nos vemos
gracias a la eficacia del conductor
a la vertiginosidad del tren cuyo destino es moverse
moverse con su carga de pasajeros muertos
sorprendidos soñando en un vagón oscuro.



Damaris Calderón  (Cuba, La Habana, 1967)




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