lunes, 29 de septiembre de 2008

DONDE YO NO ESTABA -Fragmento



DOMINGO 10

...Caí dormido de rabia contra los escritores que sólo quieren brillar, y lo consiguen, cuando aún no conocen las obras de arte que les revelarían cuán ínfima es su ambición. ¿No le basta a la
gente con disfrutar de los maestros y de sus buenos epígonos? Porqué no leen, en vez de agregar más libros al mundo?
Como de costumbre, el maestro Rosezno me respondió con contundencia. En la página 71 de las Militancias encontré esto;
Todo lector es un escritor, y tiene que escribir aunque no le salga muy bien. El mito de la grandeza literaria abona uno más de los muchos sistemas jerárquicos que acogotan al ciudadano. No alcanza que por arriba de nosotros haya un jefe, un dios, un padre, un policía, un prócer ejemplar, una ley que desde que nacemos nos obliga a decidir si vamos o no a acatarla. No: encima tenemos que paralizar la mano porque el gran Nero Vomuren escribió obras inagotables, y leer solamente a tres o cuatro genios porque se supone que nos representan en todo. Qué infamia. ¡Todo lo contrario! ¿O no es de lo más natural, no sólo que un humano escriba para emular cualquier lectura que le haya abierto el cráneo, sino que quiera difundir lo que ha escrito entre otros humanos, a ver si encuentra un semejante? No de otro modo circula el afecto, caray. A nadie se le ocurriría decirle a un chingolo que cierre el pico porque canta menos lindo que el jilguero. Y en un mundo donde sólo cantaran seis jilgueros eternos nos moriríamos de esgunfio y de ignorancia. Ojalá mi vecino Dávila decidiera colar una novela suya entre las obras de Córsimo y las de Gnusi; se ampliaría el repertorio poético del chisme.
Lo bueno de Rosezno es que sin embargo él elige la reticencia.
"Mi plan es el adelgazamiento de mi ser", escribe en la página 72, (Creo que esto merece quedar destacado.)
Y bien se ve cómo enfoca la mente, le exprime el palabrerío, persevera en hacerse específico, leve, en diluirse en el mundo como una tableta efervescente. Rosezno nunca intenta acaparar la atención ajena; no le roba tiempo a nadie. Simplemente nos hace volver la mirada hacia la oscuridad.
¡Aplausos!...



Marcelo Cohen (Buenos Aires, Argentina, 1951)





SATÉLITE





Anticipos de otoño. La vidriera de la pharmacie

cambia la loción solar por la colonia antipiojos. La luz
parece musgo. En la cabina telefónica, como un escarabajo
en una gota de resina, un hombre gesticula contra el polvo,
el límite, los desaciertos del reloj. La mano libre
acaricia un cuello en el vacío, aunque el puño,
cuando se cierra, podría estamparse en el vidrio.
La espalda se encona o se endereza. A veces la boca ríe.
Fuera, un afiche de nubes adorna el cielo rugoso.
Desde el criadero de pollos, el macadán cede al ripio
y el camino, que empieza a zigzaguear, se aleja de las granjas
para trepar entre prados hacia la hosquedad
de los peñascos, las esponjosas turbas de abetos.
"Sí hay halcones acá, y castaños, y el pastor ofrece vino.
Pero entonces pienso que ningún lugar es realmente hermoso
si no..."Pasa un camión de leña. El viento recrudece. Del techo
del criadero se ha desprendido una teja. La boca del hombre
roza el auricular como si así se explicara. Las ondas
intercalan una música tenue, adventicia, Aznavour tal vez,
o un noticiero. Esto pasa. Desde otro país, otra hora,
otro continente, otra vida -desde el frenesí violeta
que empieza a estallar en los jacarandáes- la voz
de una mujer aún en duermevela irrumpe en la cabina:
"Un momento... Besos, besos." Parece la palabra justa.
Truncas láminas de sol entre las nubes. La mano del hombre
no ceja. "Besos." Parece suficiente. Para la sensación
no es suficiente. Ayer, subiendo una colina, ese hombre
vio aglutinarse establos, cabras, castaños y barrancos
en una comarca satisfecha en la palabra que la nombra;
así, en la altura eficiente del satélite, él y la mujer
podrían unirse en un emblema sonoro del amor -así piensa-,
especie de yin y yang grabado en la fugacidad.
El hombre escucha o calla, sorprendido una vez más
de que dicha y carencia elijan suceder al mismo tiempo.
Porque el satélite sigue su trayectoria curva
y el ángulo de las voces cambia, dislocando el deseo
de presencia. La sensación quiere adaptarse a todo.
Pero el satélite viaja, las voces se desplazan
y el único emblema de un ahora doble es el transcurso.
Acaso baste; aunque no hay una palabra sola
que lo satisfaga, el momento dura en su fundido,
como la idea de una constelación alimentada
por un alma que a fuerza de mirar da a luz una constancia.
Pero entonces se acaba la tarjeta. El hombre se despide y cuelga.
Algunas cosas, nunca sabe cuáles, están decididas.
Sale al camino, al mediodía, a las urracas, que lo llaman
a suspender una credulidad de almanaque. Echa a andar.
A medida que ocurren el espliego y el humo
de los setos quemados, el campo pierde nitidez
o coordenadas de distancia y el pensamiento desecha
un sinfín de contenidos. El hombre imagina el satélite
recorriendo un azul homogéneo donde cada sentido humano
puede sustituir a los otros y la voz realmente toca,
y entonces mira las hojas de un castaño, la marca
en la carrocería de un tractor, como si no hicieran
falta muchos versos para transmitirlas en un rapto.
Pero tampoco basta. Lo mismo que esa araña oculta
entre dos piedras, el alma estupefacta está en un lapso,
reacia a la abeja de lo inmediato, y la imaginación
absorta en el vigor de un deseo perspicaz.
Del biombo sideral de la distancia,
como un camisón fragante, cuelga aún la voz
de una mujer arrancada del sueño, pero el satélite
la aleja. Sólo esa diferencia dura. El hombre que quiere
las montañas, se da cuenta, está repleto de mirar, de oír.
La distancia ya no ofrece lugares despejados
para una imagen poderosa. El amor inició su abrupta
reducción del mundo y pide la cercanía del cuerpo
para devolver la variedad del mundo refrescada.
La noria del satélite conservará siempre alguna frase
-en tu pelo tiembla un bosque. Pero desbrozar un lugar nuevo
será tanto tarea de la voz como, ya, labor de un corazón.




Marcelo Cohen (Buenos Aires, Argentina, 1951)



El texto que presentamos fue publicado en Diario de Poesía Nº37, Otoño de 2006, año en que Cohen regresó de España a la Argentina.





MARIO HACE VERSOS



Mario, el vate, espera

que las voces se lleguen hasta él,
aunque sepa que debe atraérselas.
Así anota en las tablillas
los versos que giran locos
en el interior de su cabeza.
Porque el Numen que habla en ellos,
según cree, mientras él
debe vagar de un lugar a otro
con los ojos perdidos,
al acecho del aire
que no sopla, y de la luz
que se desvae,
escribiendo estupideces
en su espera.




Basilio Uribe  (Argentina, Buenos Aires, 1916-1997)




EL INSTANTE ETERNO

















¿Vive la mujer que el hombre amó?

¿Vive todavía?
¿Vive el hombre que amó a la mujer?
La historia exterior los detiene
en cuadros cortados de una serie móvil,
posturas donde una mano se alza
y queda en el aire siempre,
la hoja de helecho en el aire detenido,
alguien que se vuelve y mira
de frente
la eternidad.

¿El niño llegó a crecer?
¿Se hizo hombre, escribe?
¿Sufre cuando escribe ahora
y fija de otro modo
esta escena?

Eterno es lo que no se mueve.




Basilio Uribe  (Argentina, Buenos Aires, 1916-1997)



IMAGEN: Pareja (1969), pintura de Pablo Picaso.


ARTE POÉTICA




Un poeta -un lobo sin cartel-

no muestra sus cartas, no baraja
de nuevo, no escancia vinos
que no es capaz de beber.
Es un animal procaz
que no se ve detrás de las ventanas
sino más allá de las rejas,
un espectro sordo
que no domina su carga de ilusión
y se entrega a ella hasta ser destruido.
Un poeta -un punto azul sobre la mesa-
no mira para ver
sino para abrir los ojos.





Cristian Aliaga (Tres Cuervos, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1962) -Reside en Comodoro Rivadavia, Chubut.





ADAMO






Un nombre como tantos: Adamo de Brescia

quien en el siglo XIII falsificó florines de oro
por encargo de los enemigos de la comuna de Florencia
y que luego fue descubierto y quemado.
Hoy de él, desde luego, nadie se acuerda.
Habrá fornicado regularmente,
habrá amado a unas pocas mujeres,
habrá cultivado la tierra,
habrá visto de niño la caída del sol
en una aldea de Italia allá por el año 1200 y tantos,
habrá conversado largamente junto al fuego,
habrá urdido tal vez alguna protesta,
habrá cenado carne asada una noche de lobos,
habrá vuelto sucio y cansado una tarde,
habrá escuchado los rumores de la época,
habrá sido feliz en algunas navidades,
habrá gustado del vino y del pescado,
habrá senmln una larga nostalgia
al ver pasar sus años lentamente,
habrá sufrido por una mujer pequeña y grácil,
habrá sido uno más de su tiempo.
Como a las multitudes y a las generaciones
el viento lo ha disuelto.




Antonio Ramón Gutiérrez



Antonio Ramón Gutiérrez. Poeta argentino. Nació en Santiago del Estero, a los pocos meses fue llevado a Bell Ville, provincia de Córdoba; vive en Salta desde 1974.
Obra poética: Las formas de la tarde (1987); Los reversos (1989); y La ciudad de los lugares comunes (1991), entre otras.

SOBRE LA PERSPECTIVA


No ve, como antes, el enorme aguacate
bajo la noche pequeña
sino la falsificación de la luz


uno y el mismo es el cuerpo del árbol

y el de la luna
violentamente separados
por la cultura
que no admite
el ojo en la órbita de la luna
la luna en el ciclo del fruto
el fruto en la órbita del ojo


asi

no es extraño que esté la luna
en el cerebro del observador


lo sobrenatural

es haber imaginado que existe la distancia.



Leopoldo "Teuco" Castilla (Argentina, Salta, 1947)

BARRO COCIDO




















Una víbora

se arrastra entre las ramas
y el barro cocido
del techo que los pájaros llevan poco a poco
y que el chico remueve con un palo
encima de la mujer que duerme
como si fuese siempre
y cuya respiración indica
que el fuego de la siesta le ha prendido por dentro.

Nada está bien: tampoco la naturaleza.
En ocasiones la mujer corta un zapallo del techo
donde ha crecido una planta.
El chico muerde también ese zapallo hervido,
pero no dice nada de la víbora.
El secreto es su alimento.



Mario Romero


Mario Romero. Poeta argentino. Nació en San Miguel de Tucumán, en 1943. Vivió en Estocolmo, donde se había exiliado en 1978, volvió a su ciudad natal pocos días antes de morir, en 1998. Libros publicados: Mundo uno y común (1967); Las señales (1975); Pintura ciega (1982); La otra lanza (1984), Última mejilla (1989); Vieja pared (1998).



JUEGOS PROHIBIDOS





















En una tarde ancha jugábamos en la acera provinciana

Los adultos habían sepultado sus cuerpos en las casas
y éramos nuevamente una desordenada reyecía

Una niña arrojó el ojo de vidrio de la muñeca
No se lo vio caer y sospechamos de la vereda vecina
donde vivía la pared de hiedra negra

Un terrible miedo me lanzó en la búsqueda
pero sólo encontré el ojo de dios incrustado en un triángulo
tal como lo dibujábamos en la escuela

A mi merced estaba el ojo aterrador
que lo miraba todo
hasta el oculto placer por el que quedaríamos enanas
o nos crecería pelo sobre las palmas

Aquí les traigo un ojo más precioso grité casi acezante
pero nadie me oía
Concentrados en equívocos juegos
no me reconocieron

Era inútil que dijese mi nombre
o enseñase las trenzas que enroscaban mi cuello
Ni siquiera el niño que me mostró su extraño sexo
orinando en la noche
pudo saber quién era yo

Los adultos emergían de sus capullos como orugas oscuras
Todos tenían mucha tierra en los vestidos
Quise correr hacia mi madre pero ya era tarde
La orilla invisible me había atrapado para siempre



Teresa Leonardi Herrán



Teresa Leonardi Herrán. Poeta argentina. Nació en Salta, en 1938. Es autora de Incesante memoria (1985); El corazón tatuado (1990); Blues del contraolvido (1991); Crónicas de la edad de hierro (1996); Rizomas (1996).



domingo, 28 de septiembre de 2008

EL COMINO...


El comino

el ají
el cilandro
la canela
perfumaban las cocinas
Innumerables carnicerías
borboteaban en ollas negras
Eran caldos con grandes charcos
de grasa reluciente
y en las parrillas
las entrañas
lloraban de gozo por el fuego
La repostería necesitaba
mucha lágrima
desasosiego y tumba
Y comíamos sobre extensos manteles
viandas sobrenaturales
El cielo y el infierno
eran masticados y tragados
volviéndonos santos y apóstatas
luego ángeles sacrílegos
en lentas siestas incestuosas



Leonardo Martinez (Argentina;  Córdoba/ Catamarca, 1937 - Buenos Aires, 2016)




LA LUZ DE LOS AMANTES


Tengo un perro
Su nombre es el de un héroe sumerio
Gilgamesh
Está muy viejo
Camina con dificultad
La sordera lo ha vuelto huraño y cascarrabias
Sus ojos presagian una cercana muerte
Me muerde            No me reconoce
Come a duras penas delicadas papillas
Pero duerme conmigo
Es un raro amante anciano
egoísta y gruñon
enfermo de mezquindad y celos

Se acerca otro verano
pero no habrá otro perro
Éste es el único
Artrítico canceroso diabético
Terminará en cualquier momento
y como a todo lo amado
lo enterraré en un jardín
donde la eternidad no lo fosilice
Lo que fue amado
quedará para siempre
junto a la lumbre de los solitarios
a los trastos machacados de olvido
a los huesos de los interdictos
a la penuria de los animales domesticados
Todos serán un mármol duro de roer
como mi perro
que me está mirando con unos ojos de amor
como nadie me ha mirado nunca
y que me seguirá mirando
a través de sus ojos insondables
en las generaciones y degeneraciones
de los mundos
Me da gusto su olor
pues comemos del mismo plato
una comida donde no interviene la sangre
sino la luz de los amantes



Leonardo Martinez (Argentina, Catamarca, 1937)



DE ELLA SE DECÍA

















A veces los sueños la atormentan

y no la dejan vivir

está viajando por el atlas
de su cuarto
con un palimpsesto donde escribe
o borra las cosas que suceden
de pronto se aproximan a sus ojos
las estrellas más cercanas
y grita aterrada
me van a aplastar
van a destruir el jardín
donde dibujo los océanos
y viajo en el cristóforo colombo
pero siempre vuelve
cubierta de hojas y velos
con huellas en los pechos
o sombras de besos en la boca


son los sueños solares
mezclados con aullidos
que atraviesan las paredes
de su casa
donde vive echando lumbres
todo el tiempo o
tejiendo las telas de su ropa
con las que se cubre
o se menea
cuando cruza la frontera
donde abre las palabras.




Juan E. González



Juan E. González. Poeta argentino. Nació en Tucumán; Ibídem,  2015, vivió algún tiempo en Madrid. Está considerado como uno de los poetas más relevantes de su provincia. Obra poética: Los días y la tierra (1964); Mandatos y revelaciones (1969); El grito en el cielo (1982); Pasión de la tribu (1988); Tribulaciones de la lengua (1989); Canas de Andrea de Azcuénaga (1991); De ella se decía (1993).


FIESTA


de este lado del abasto el sol levanta brillos en las piedras

por un momento pienso que somos pareja,
que el paso del tiempo no pudo doblegarnos
sobre campos de amarillenta vejez.
me agarrás la mano y te la llevás a los labios,
algo deberían susurrar...

es una luz rara y escasa
la que nos regala esta confusión.



Mario Varela (Nació en Rosario en la década del 60'; vive en Bariloche)




DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA

http://www.youtube.com/watch?v=8a2YQb5oFZs







Leopoldo Marechal (Argentina, Buenos Aires, 1900-1970)



LOS PELOS DE LA CABEZA DE MI ABUELO


Mi rico viejo

abuelo escocés hizo
su dinero vendiendo

lotes de tierra en un cementerio
y tenía una reluciente cabeza
calva donde de tanto

en tanto una pequeña
dura cerda solía
crecer dándole

tal fastidio que me
hacía subir sobre un
banquillo para que se la arrancase

con pinzas
corazón, escúchame
cuídate de esta muchacha que

viene trayendo dones
que tú nunca hubieras
soñado entonces

¡La cabeza del abuelo yace
bajo tierra brillando
allí como un espejo!


James Laughlin (E.E.U.U.; Pittsburgh, 1914 -Norfolk, Connecticut,  1997)

(Traducción de Alberto Girri)



EL CUARTO OSCURECIDO















La noche es un cuarto oscurecido
para los amantes
William Carlos Williams, "Complaint"

La noche es un cuarto oscurecido para los amantes.
El sol se ha ido y con él nuestras ansiedades
y distracciones diurnas.
Ahora en la oscuridad estamos muy juntos
como deben estar los amantes.
Dormidos o despiertos,
nada se interpone entre nosotros.
Nos sosiega y protege
la oscuridad del cuarto.



James Laughlin (E.E.U.U.; Pittsburgh, 1914 -Norfolk, Connecticut,  1997)


(Traducción y biografía, Mirta Rosenberg
y Daniel Samoilovich)


The Darkened Room: Night is a room darkened for lovers./ The sun is gone, and our daytime concerns/ and distractions with it./ Now in the darkness we are close together/ As lovers are meant to be./ Wether we sleep or wake/ Nothing intrudes between us./ We are soothed and protected/ By the darkness of our room.










DEFINIENDO EL AMOR





















Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad, que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste su abismo:
mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.




Francisco de Quevedo



Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, España, 1645) Escritor español. Los padres de Francisco de Quevedo desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio imperial de los jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, ciudad ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora. Siguiendo a la corte, en 1606 se instaló en Madrid, donde continuó los estudios de teología e inició su relación con el duque de Osuna, a quien Francisco de Quevedo dedicó sus traducciones de Anacreonte, autor hasta entonces nunca vertido al español. En 1613 Quevedo acompañó al duque a Sicilia como secretario de Estado, y participó como agente secreto en peligrosas intrigas diplomáticas entre las repúblicas italianas. De regreso en España, en 1616 recibió el hábito de caballero de la Orden de Santiago. Acusado, parece que falsamente, de haber participado en la conjuración de Venecia, sufrió una circunstancial caída en desgracia, a la par, y como consecuencia, de la caída del duque de Osuna (1620); detenido fue condenado a la pena de destierro en su posesión de Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Como literato, Quevedo cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía desde muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que graves poemas en los que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas muestran la desilusión y la melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos centrales de su reflexión poética y bajo la sombra de los cuales pensó el amor. A la profundidad de las reflexiones y la complejidad conceptual de sus imágenes, se une una expresión directa, a menudo coloquial, que imprime una gran modernidad a la obra. Adoptó una convencida y agresiva postura de rechazo del gongorismo, que le llevó a publicar agrios escritos en que satirizaba a su rival, como la Aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día (1631). Su obra poética, publicada póstumamente en dos volúmenes, tuvo un gran éxito ya en vida del autor, especialmente sus letrillas y romances, divulgados entre el pueblo por los juglares y que supuso su inclusión, como poeta anónimo, en la Segunda parte del Romancero general (1605). En prosa, la producción de Francisco de Quevedo es también variada y extensa, y le reportó importantes éxitos. Escribió desde tratados políticos hasta obras ascéticas y de carácter filosófico y moral, como La cuna y la sepultura (1634), una de sus mejores obras, tratado moral de fuerte influencia estoica, a imitación de Séneca. Sobresalió con la novela picaresca Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos.





LO QUE EL AMOR LES HACE A LOS POETAS


no es trágico: es atroz. Les sobreviene
una luctuosa ruina a los poetas que el amor captura,
sin importar su orientación o identidad
poética. El amor lleva al total desastre
de la uniformidad a los poetas gay,
a los poetas pansexuales y bisiestos,
y a las poetas y poetrices feministas, fementidas o veraces;
a los obsesionados con el género
y a los degenerados por igual, y a los perversos polimorfos:
y hasta los fetichistas de los pies
del verso capitulan a las plantas del amor,
que no distingue ideología,
programa ni poética. A los vates de la torre de marfil
los precipita del penthouse ebúrneo
directo a planta baja. A los apóstoles
del Zeitgeist, que proclaman sin empacho que la lírica está muerta,
les permite insistir en el error
y en sus prolijas parrafadas. Les produce una hemorragia palatal
a los que comban parcos aforismos diagonales,
a los herméticos de lata, a los que envasan
sus versos al vacío, a los falsarios del silencio,
y a los que fraguan haikus castellanos
al itálico modo. A los puristas de la voz les corta en seco
su dulce lamentar, y a los maniáticos del ritmo
les quiebra las falanges, y estropea
el íntimo metrónomo que llevan junto al corazón
para marcar el paso de sus versos. Les compone el sensorio
a los videntes y malditos y demás
rebeldes e insurrectos sin razón ni causa
poética, y les cura el desarreglo razonado
de todos los sentidos. Desaloja de su noche oscura
a los que piden luz para el poema
en las cavernas del sentido, y los devuelve sin escalas
a la trasnoche de la carne literal. Lo que el amor
les hace a los poetas, con paciencia y mansedumbre,
mientras las mariposas lentamente les ulceran el estómago
y el páncreas poco a poco deja de funcionar,
es harto inconveniente. A los que buscan con ahínco
y precisión de cirujano la palabra justa les arruina
el pulso, y en lugar de dar la vida, la aniquilan en su afán.
Y a los que con ardor y devoción persiguen
un absoluto en el poema, como un grial
todo de luz, tirante, diáfana y febril,
les nubla las certezas, y el deseo mismo
de saciar su ansiedad. Lo que el amor
les hace a los poetas, inadvertidamente,
mientras cosen y cantan y se atoran de perdices, es agudo, terminal
y fulminante. Es un torrente arrollador
de prosa, que espolea y multiplica, en progresión exponencial,
a los zopencos y palurdos de la poesía:
a los que cortan sin razón sus versos diminutos;
a los jinetes compulsivos;
a los diseñadores tipográficos del verso;
a los que quiebran la sintaxis sin saber
torcerla; a los que escarban en el éter a la busca de inauditos neologismos inaudibles;
a los modernos sin pretexto; a los que creen descubrir
la pólvora en sus versos balbucientes;
a los contestatarios automáticos y a los porno-poetas;
a los que sueltan grandes nombres por la densa
fronda de sus poemas, como Hänsel y Gretel arrojaban
migas; a los que impostan en su voz
vacante los mohines de una infancia lobotomizada;
a los poetas bellos y felices, caprichosos;
a las tribus urbanas y los groupies de la poesía pubescente;
a los poetas pop y los rockstars del verso; a los videopoetas y performers;
a los ovni-poetas, voladores o rastreros, identificados;
a los objetivistas sin objeto
ni vista; a los que exigen que el poema
se vista de mendigo; a los filósofos poetas;
y a los cultores convencidos
de la “prosa poética”. El amor,
que mueve el sol y a los demás poetas,
los lleva hasta el postrero paroxismo: los convierte
en tierra, en humo, en sombra, en polvo, etcétera:
en polvo enamorado.
Y si resulta todavía que entre ellos
se aman amorosos los poetas pares,
felices en su amor solar sin escansión,
como si fueran en verdad el uno para el otro
un agujero negro de opiniones nebulosas,
tácitas palmaditas en la espalda y comentarios al pasar,
enanos, enfriándose, se absorben entre sí
y desaparecen.


Ezequiel Zaidenwerg (Buenos Aires, 1981)


(Tomado de su bitácora http://zaidenwerg.blogspot.com)


INVIERNO DE 1956





















Era el amanecer de un día oscuro.

Extraño entre los plátanos de niebla
con mi uniforme y mi valija de escolar,
sumido oía adentro del silencio
despeñarse mi mente hacia el vacío.
Vibró traído por el blanco viento
un estribillo penitencial,
y ausentóse el cielo, se enrolló a lo lejos
como una vena de plata en la nada,
como una calle más.

No desprendido aún
de aquel desvalimiento,
siempre por la poesía llego a la misma angustia
de mirar lo remoto con las manos abiertas
y vacías (las palabras, las hojas caídas
del ramo de nuestro extrañamiento:
negras, doradas, rojo turbulento)...

Huye el cielo, estoy solo, y lo miro
retorcerse, arrancado
como una sábana tibia y fragante
hacia la lejanía.
Y la muerte de entonces
-en el silencio extremo,
límpida como un lago entre montañas-
se desnuda en las sombras de mi página,
lacónicamente, solitaria.




Ricardo Herrera

Ricardo Herrera.Poeta y ensayista argentino, nacido en Buenos Aires, en 1949. Ha publicado desde 1975 más de una docena de libros de poesía; lo escrito entre 1977 y 1985 se encuentra reunido en Actos de aprendizaje (Ril/Melusina, Santiago de Chile, 2003); lo escrito entre 1985 y 1995, en Estudios de la soledad (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As. 1995); completan su obra poética: Imágenes del silencio cotidiano (1999) y El descenso (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As. 2003). Es autor de tres colecciones de ensayos sobre poesía, La ilusión de las formas (El imaginero, Bs.As., 1988), La hora epigonal (Grupo Editor Latinoamericano, 1996) y Espera de la poesía (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As., 1996). Es asimismo autor de un libro de prosa autobiográfica titulado De un día a otro (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As., 1997). Sus traducciones poéticas están recogidas en los siguientes volúmenes: Útimas poesías de Giuseppe Ungaretti (El imaginero, Bs.As.,1988), El infinito y otros cantos de Giacomo Leopardi (Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As. 1990), Stabat nuda Aestas y otras versiones de poesí­a italiana moderna (Grupo Editor Latinoamericano, 1993), Copia, imitación y manera (Grupo Editor Latinoamericano, 1998) , Xenia de Eugenio Montale (Melusina, Mar del Plata, 2001), Idilios domésticos de Attilio Bertolucci (Ril/Melusina, Santiago de Chile, 2003) y Poemas de la vejez de Giorgio Caproni (Ril/Melusina, Santiago de Chile, 2004). Dirigió la revista Hablar de poesí­a (30 números) hasta 2016; y es colaborador permanente del Suplemento Literario de La Gaceta de Tucumán.



446



Le mostré alturas que nunca vio —
¿Treparías?, le dije
ella dijo — Así no —
Conmigo — le dije — ¿Conmigo?
Le mostré secretos — nidos matinales —
la cuerda que las noches cruzaban —
y ahora — ¿me tendrías de huésped?
No podía encontrar el sí —
luego, frenó mi vida — y ay,
una luz, para ella, solemne brilla,
aumenta, a medida que su faz se retira —
y podría ella, de nuevo, ¿no?




Emily Dickinson (E.E.U.U., Amherst, Massachusetts, en 1830; id.1866)




(Traducción de Silvina Ocampo)


I showed her Heights she never saw --
"Would'st Climb," I said?
She said -- "Not so" --
"With me --" I said -- With me?
I showed her Secrets -- Morning's Nest --
The Rope the Nights were put across --
And now -- "Would'st have me for a Guest?"
She could not find her Yes --
And then, I brake my life -- And Lo,
A Light, for her, did solemn glow,
The larger, as her face withdrew --
And could she, further, "No"?





LOS GOLPEADORES


Un hombre sentado junto a la cama

de una mujer a quien golpeó,
cura sus heridas,
suavemente palpa los moretones.
La sangre forma un charco a su alrededor,
se oscurece.
Atónito, se da cuenta que ha comenzado
a quererla. Siente terror.
¿Por qué nunca había
visto, antes, lo que era?
¿Y si deja de respirar?


Tierra, ¿será que no podemos amarte

a menos que creamos que el fin se aproxima?
¿Que no creamos en tu vida
a menos que pensemos que agonizas?



Denise Levertov (Inglaterra, Ilford,1923 -E.E.U.U., 1998)

(Traducción de Cynthia Mansfield)


The Batterers

A man sits by the bed
of a woman he has beaten,
dresses her wounds,
gingerly dabs at bruises.
Her blood pools about her,
darkens.


Astonished, he finds he's begun
to cherish her. He is terrified.
Why had he never
seen, before, what she was?
What if she stops breathing?


Earth, can we not love you
unless we believe the end is near?
Believe in your life
unless we think you are dying?





sábado, 27 de septiembre de 2008

AMENAZA




Podes vivir años al lado

de un gran pino, honrada de tener

tan venerable vecino, aun
cuando eche sus agujas sobre tus flores
o te despierte, tirando grandes piñas
en tu patio en la quietud de la noche.
Sólo cuando, antes del amanecer un año
en el equinoccio vernal, el viento

se levanta y se levanta, trayendo la imagen
de barcos arrojados como cáscaras de nuez entre olas
enormes que avanzan como paredes,
te das cuenta que siempre,
debajo del respeto, debajo de tu fe

en la belleza del pino, yace
el temor de que algún día
llegue a caer sobre tu casa, sobre tu cama,
sobre la fragilidad de la segura
cotidianeidad a la que casi
te has acostumbrado.


Denise Levertov (Inglaterra, Ilford,1923 -E.E.U.U., 1998)

(Traducción de Jacqui Behrend)

Threat: You can live for years next door/ to a big pinetree, honored to have/ so venerable a neighbor, even/ when it sheds needles all over your flowers/ or wakes you, dropping big cones/ onto your deck at still of night./ Only when, before dawn one year/ at the vernal equinox, the wind/ rises and rises, raising images/ of cockleshell boats tossed among huge/ advancing walls of waves,/ do you become aware that always,/ under respect, under your faith/ in the pinetree's beauty, there lies/ the fear it will crash some day/ down on your house, on you in your bed,/ on the fragility of the safe/ dailiness you have almost/ grown used to.

AMA DE CASA



Algunas mujeres se casan con la casa.

Es como otra clase de piel; tiene un corazón,
una boca, un hígado y movimientos intestinales.
Las paredes son permanentes y rosadas,
Vean cómo está de rodillas todo el día,
lavándose fielmente de arriba a abajo.
Los hombres entran por la fuerza, atraídos como Jonás
dentro de sus carnosas madres.
Una mujer es su propia madre.
Eso es lo principal.



Anne Sexton (E.E.U.U.,  Massachusetts en 1928 -1974)



(Traducción de Mirta Rosenberg
y Daniel Samoilovich)


Housewife

Some women marry houses.
It's another kind of skin; it has a heart
a mouth, a liver and bowel movements.
The walls are permanent and pink.
See how she sits on her kness all day,
faithfully washing herself down.
Men enter by force, drawn back like Jonah
into their fleshy mothers.
A woman is her mother.
That's the main thing.


LEYENDO EL POEMA DE DAMSI FIGUEROA



Oh, Damsi, Damsilla

no creo que
tengas que pasar
por todo ese complicado
mecano: sexo
desvergüenza, escritura
sólo para decirnos
que querías olvidarte
del amor
y de todos nosotros

no somos ni tantos
ni tan interesantes
para dedicarnos
tal esfuerzo,
no te preocupes por nosotros

patinar por las hojas
podría ser un sueño
si no fueran ni tan idóneas
tan pasmosamente blancas
ni tan listas y tan ensimismadas
y mirando de cerca
por sus celosías
no se entreviese
esa escritura que puja
por aparecer en su blancura
y al mismo tiempo se escurre

e poi
l'amore
no es algo
que pasa
de uno a otro
como un mate

no se escribe
ni viene del sexo
ni va hacia él
ni sé dónde reside

pero es algo
que no tiene
miramientos
y va y viene
con ligereza
con violencia
con timidez
con tozudez
y deja marca

oh y ahora
a ver si nos
podemos despedir
sin resentimientos

como si empezáramos
a bailar
sin piruetas,
sin malabares
cada cual con su ritmo,
armoniosamente.



Marylin Contardi (Argentina, Santa Fe, Zenón Pereyra, 1936)

LEER poema de Damsi Figueroa, aquí.


AUTORRECONOCIMIENTO






















Yo no soy la que se pierde
tan pronto como se la encuentra
El amor en mí no se toca
se escribe
Yo no soy piadosa con los hombres de poca fe
no intercambio los calzones con nadie
En cambio asumo la desvergüenza
de una desnudez colectiva
En una casa de playa
o en una playa a secas
Yo no escribo para nadie
Aunque intente escapar
y evite sacarte al baile
en malabares y piruetas
Siempre exigen un aplauso cerrado
es decir, una palabra
Yo no me complico la vida
omitiendo adverbios y conjunciones
Patino por la hoja
y tapo los surcos amargos
con la sangre de mis amigos
Yo no hago el amor
lo desarmo
Por el puro gusto de volverlo a armar
Una y otra vez
Hasta tener sexo
Para olvidarme
Del amor y
De todos ustedes.


Damsi Figueroa  (Talcahuano, Chile, 1976)




CONVITE













No sería mejor que nos quedáramos

sentados y solos, tardos y quedos
esperando la totalidad de un gesto.

No sería mejor que olvidáramos
a la vaca semiológica que pasta a la deriva
sudor rocío que nos entumeció los huesos sesos

Hay dentro de la luz
una luz más pequeña
que es oscura

Hay dentro de la luz
una luz más pequeña
que es oscura

Hay dentro de la luz
una luz más pequeña
que es oscura.





Damsi Figueroa  (Talcahuano, Chile, 1976)






EL MAR SOLÍA VENIR CON EL MES XIII, EL QUE RESUME A LOS XII MESES


Eran las vísperas de cambiar de año

cuando el mar entraba a la casa completamente afinado
dejando noticias sobresalientes de los XII meses
los robos, las muertes, las estafas, los discursos,
las chantadas, las policiales breves de la ciudad capital,
del interior del país e internacionales (de franpres y reuter).
Depositaba la resaca del fluir de su tiempo
(el tiempo del mar. La mar de las cosas con horarios
y climas) donde sólo el instante nos era dado ver
entre los humos del rosal, el jazmín y la orquídea
de Valle Grande, ciñendo el cielo.

Subían el tiempo con el mar
la casa se plenaba de noticias
los diarios tapizaban los sillones
y los cuadros colgaban sus firmas ensimismadas
sobre el alcohol que evaporaba desde los changarines
en el puente Lavalle junto al humo y cenizas negras
de las cubiertas quemadas por los pospiqueteros.
Salían al mar de cosas con su tiempo de sauces briosos
por el río Chico
labrado de caminos y ranchitos del 23 de agosto pasado
con la primavera de las plantas simples
y el lago de los tarcos que se sumaba al mar.

Amenazaba esta pleamar de puestos bolivianos
y mercados y panaderías con "by biscuit" y farmacias
con sales y choripanes biodegradables y ferias de yuyos,
ropas y prendas íntimas, de bolsitas con canela en rama
junto al intenso mentisán paceño.

El mar traía todo eso hasta la casa
más los relojes de la ciudad con la misma hora
en sus muelles, resortes y cuarzos
y la gente de esta vida andando la tarde.

Siempre fue igual el mes XIII, el de resumir.
El ceñido.



Néstor Groppa (Argentina, Laborde-Córdoba, 1928- San Salvador de Jujuy, 2011)