lunes, 29 de septiembre de 2008

DONDE YO NO ESTABA -Fragmento



DOMINGO 10

...Caí dormido de rabia contra los escritores que sólo quieren brillar, y lo consiguen, cuando aún no conocen las obras de arte que les revelarían cuán ínfima es su ambición. ¿No le basta a la
gente con disfrutar de los maestros y de sus buenos epígonos? Porqué no leen, en vez de agregar más libros al mundo?
Como de costumbre, el maestro Rosezno me respondió con contundencia. En la página 71 de las Militancias encontré esto;
Todo lector es un escritor, y tiene que escribir aunque no le salga muy bien. El mito de la grandeza literaria abona uno más de los muchos sistemas jerárquicos que acogotan al ciudadano. No alcanza que por arriba de nosotros haya un jefe, un dios, un padre, un policía, un prócer ejemplar, una ley que desde que nacemos nos obliga a decidir si vamos o no a acatarla. No: encima tenemos que paralizar la mano porque el gran Nero Vomuren escribió obras inagotables, y leer solamente a tres o cuatro genios porque se supone que nos representan en todo. Qué infamia. ¡Todo lo contrario! ¿O no es de lo más natural, no sólo que un humano escriba para emular cualquier lectura que le haya abierto el cráneo, sino que quiera difundir lo que ha escrito entre otros humanos, a ver si encuentra un semejante? No de otro modo circula el afecto, caray. A nadie se le ocurriría decirle a un chingolo que cierre el pico porque canta menos lindo que el jilguero. Y en un mundo donde sólo cantaran seis jilgueros eternos nos moriríamos de esgunfio y de ignorancia. Ojalá mi vecino Dávila decidiera colar una novela suya entre las obras de Córsimo y las de Gnusi; se ampliaría el repertorio poético del chisme.
Lo bueno de Rosezno es que sin embargo él elige la reticencia.
"Mi plan es el adelgazamiento de mi ser", escribe en la página 72, (Creo que esto merece quedar destacado.)
Y bien se ve cómo enfoca la mente, le exprime el palabrerío, persevera en hacerse específico, leve, en diluirse en el mundo como una tableta efervescente. Rosezno nunca intenta acaparar la atención ajena; no le roba tiempo a nadie. Simplemente nos hace volver la mirada hacia la oscuridad.
¡Aplausos!...



Marcelo Cohen (Buenos Aires, Argentina, 1951)





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