domingo, 14 de septiembre de 2008

EL PASEO DEL CICLISTA













¿Cómo agotar esa ilusión que es el cuerpo,

sino encarnándola?
Estar a un mismo nivel que la energía que se desprende
del cuerpo, totalmente conectado con sus fluidos,
sus latidos... ¿ Hay algo más hermoso y cruel que esto?
Bajo por la ribera, como un topo horadando,
hasta donde termina el arroyo; delicia dei sillín
y de la posición oblicua que corta al bies
un viento helado. Nada podría detenerme,
¿Fingir que no lo sé? Ya es tarde,
estoy en mi emboscada, el deseo,
como una piedra atada al cuello
me arrastró a este lugar, y harían falta varias vidas
para saber qué significa ese jeroglífico
espejado en la carne.
Todo lo que percibimos son incrustaciones,
corno ripios en el camino que sacuden
nuestro sopor, pero no alcanzan a despertarnos.
Cuatro calles, las mismas que hace veinte años
conspiran bajo el óxido y la mansedumbre,
manteniendo en vilo nuestra imaginación
para un viaje que nunca emprenderemos
por falta de entusiasmo y de valor, o porque ya estamos
parados en el nervio de la tragedia, a unos pocos metros
de donde soñábamos llegar. Un modo de rodar
que es no moverse del sitio,
como en la fábula de los eleáticos,
y sin embargo estar exhaustos, sedientos,
vencidos por e! destello perezoso de los cuerpos,
exhalando una curiosidad por la vida
que en nada se parece a eso: rótula,
plexo, ligamentos y toda una averiada
liturgia familiar.
Doblar siempre a la derecha
con ¡as manos escarchadas sobre el manubrio
y un miedo a no sé qué
atravesado en el esternón, algo como una voz
hablándote al oído, en una clave que conoces demasiado.
Una palabra más y esta ligera aleación
de grafito se volatiliza.
No hay ni un piel roja, pero al movernos
sentimos que podrían estar allí,
asediándonos tras los arbustos,
con la promesa de un enfrentamiento,
un zumbido en la ataraxia.
Traté de imaginarme
el desenlace perfecto, sin redención ni llamas.
Cobaya alucinada trepidando
en la rueda de los ciclos.
Me dolían las rodillas;
chillaba en un tono alegre y neutral.



Walter Cassara (Argentina, Buenos Aires, 1971)



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