viernes, 12 de diciembre de 2008

EL PASEO REPENTINO




Cuando uno parece haberse decidido definitivamente a pasar la velada en su casa, cuando se ha puesto, la chaqueta de entrecasa, se ha sentado después de la cena frente a la mesa iluminada, y ha comenzado algún trabajo o algún juego, después del cual podrá irse tranquilamente a la cama, como de costumbre; cuando afuera hace mal tiempo, y quedarse en casa parece lo más natural; cuando ya hace tanto tiempo que uno está sentado junto a la mesa que el mero hecho de salir provocaría la sorpresa general; cuando además el vestíbulo está a oscuras y la puerta de calle con cerrojo; y cuando a pesar de todo uno se levanta, presa de repentina inquietud, se quita la chaqueta, se viste con ropa de calle, explica que se ve obligado a salir, y después de una breve despedida sale, cerrando con mayor o menor estrépito la puerta de calle, según el grado de ira que uno cree haber provocado; cuando uno se encuentra en la calle, y ve que sus miembros responden con singular agilidad a esa inesperada libertad que les ha concedido; cuando gracias a esta decisión uno siente reunidas en sí todas las posibilidades de decisión; cuando uno comprende con más claridad que de costumbre que posee más poder que necesidad de provocar y soportar con facilidad los más rápidos cambios, y cuando uno recorre así las largas calles; entonces, por una noche, uno se ha separado completamente de su familia, que se desvanece en la nada, y convertido en una silueta vigorosa y de atrevidos y negros trazos, que se golpea los muslos con la mano, adquiere su verdadera imagen y estatura.
Todo esto resulta más decisivo aún si a esas altas horas de la noche uno decide ir a casa de un amigo, para ver cómo está.




Franz Kafka  (Chekoslovaquia, Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924)

(Traducción de J.R.Wilcock)


IMAGEN: Anochecer en Praga.



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