(El miedo grande de los chicos)
El más muerto de los muertos sentenció:
“esa puerta no se abre”.
Y no se abrió. De todos modos
del otro lado se dejan oír
trajines, fatigas de otra vida.
Nebuloso el murmullo, velado el eco.
El redoblado taconeo se deja oír
de las hermanitas jugando a las señoras.
La tersa perfumería del caballito de madera
y la navegación de la plancha de Julia
sobre las olas del guardapolvo.
Se deja oír el calor de la santa sopa,
el secreto comadreo de las vecinas
y las quejas de la polca en el violín de José.
La brisa entre los palotes del primer cuaderno
se deja oír, la tos cada vez más lejana de papá
y como en puntas de píe, cada vez más cercana
la voz de mamá que vuelve a preguntar:
“hijo sos feliz”?
Marcos Silber (Argentina, Buenos Aires, 1934)
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