sábado, 21 de noviembre de 2009

A solas con Ghiraldo



Se supone que no es un adjetivo lo que pudre

el pulmón, pero "macilenta", querido Ghiraldo,
cuando decís "conmigo la canalla macilenta",
qué problema. Y si se le suma a eso que el grito
entre el acero del riel y el polvillo del cereal
se cumple en el espacio justo de un endecasílabo...
No vamos a descubrir hoy que no hay elementos
del poema marcados a priori por su capacidad
crítica; por supuesto, ese endecasílabo de hecho
hubiera podido evidenciar la furia vandálica
en su más extrema expresión, la forma abierta
puede ser la más cerrada y al revés: ya se sabe.
El problema parece ser que los magros recursos
de los que disponían aquellos que nombrabas
a la hora de intentar hacer de lo dado otra cosa
también eran los que tu verso a pleno exhibía,
y no se habla simplemente, que quede claro,
de la necesidad de poseer un número ingente
de posibilidades de artificio, la funcionalidad
se da menos en la cantidad que en la combinación
o hasta en la falta, sea numinosa o voluntaria,
y la legendaria disputa entre organización o no
del movimiento es también cuestión del poema:
aún no, y nunca lo será, por dinámica, resuelta.
Lo que sí cabe es la siguiente pregunta: ¿no fue,
en tu lucha, Darío el Estado ejecutor? Hmmm...
No se trataba de cambiar abanicos por hierros
para advertir, en el aire suave, clima de tormenta.
¿De qué se trataba? Ah, bueno, epa, ahí estamos...



Sergio Raimondi (Argentina, Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, 1968)

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