domingo, 7 de septiembre de 2008

PENSAR/ CLASIFICAR -Fragmentos



N) Preguntas
Pensar/clasificar

¿Qué significa la barra de fracción?
¿Qué se me pregunta exactamente? ¿Si pienso antes de clasificar? ¿Si clasifico antes de pensar? ¿Cómo clasifico lo que pienso? ¿Cómo pienso cuando quiero clasificar?


S) Ejercicios de vocabulario

¿Cómo clasificar los siguientes verbos: acomodar, agrupar, catalogar, clasificar, disponer, dividir, distribuir, enumerar, etiquetar, jerarquizar, numerar, ordenar, reagrupar, repartir?

Aquí están agrupados en orden alfabético.


Todos estos verbos no pueden ser sinónimos. ¿Por qué necesitaríamos catorce palabras para describir la misma acción? Por ende, son diferentes. ¿Pero cómo diferenciarlos a todos? Algunos se oponen entre sí aunque aludan a una preocupación idéntica; por ejemplo, dividir, que evoca la idea de un conjunto que se debe repartir en elementos distintos, y agrupar, que evoca la idea de elementos distintos que deben reunirse en un conjunto.


Otros sugieren nuevas palabras (por ejemplo: subdividir, asignar, discriminar, caracterizar, marcar, definir, distinguir, contraponer, etcétera), remitiéndonos al balbuceo inicial donde se enuncia penosamente que podemos nombrar lo legible (lo que nuestra actividad mental puede leer, aprehender, comprender).

U) El mundo como rompecabezas
Dividimos las plantas en árboles, flores y hortalizas.


STEPHEN LEACOCK


Cuan tentador es el afán de distribuir el mundo entero según un código único: una ley universal regiría el conjunto de los fenómenos: dos hemisferios, cinco continentes, masculino y femenino, animal y vegetal, singular plural, derecha izquierda, cuatro estaciones, cinco sentidos, cinco vocales, siete días, doce meses, veintinueve letras.

Lamentablemente no funciona, nunca funcionó, nunca funcionará.

Lo cual no impedirá que durante mucho tiempo sigamos clasificando los anímales por su número impar de dedos o por sus cuernos huecos.



J) Cómo pienso


¿Cómo pienso cuando pienso? ¿Cómo pienso cuando no pienso? En este preciso instante, ¿cómo pienso cuando pienso en cómo pienso cuando pienso?

"Pensar/clasificar", por ejemplo, me hace pensar en "pensar/calificar", o bien en "prensa/fiscal", e incluso en "plastificar". ¿Eso se llama "pensar"?

Rara vez se me ocurren pensamientos sobre lo infinitamente pequeño o sobre la nariz de Cleopatra, sobre los agujeros del gruyère o sobre las fuentes nietzscheanas de Maurice Leblanc y Joe Shuster; todo se relaciona más con el garabato, el apunte, el lugar común.

Pero asimismo, ¿cómo, "pensando" (¿reflexionando?) acerca de este trabajo ("PENSAR/CLASIFICAR"), llegué a "pensar" en el juego del carro, en Leacock, en Jules Verne, en los esquimales, en la Exposición de 1900, en los nombres de las calles de Londres, en los igames, en Sei Shônagon, en La dimanche de la vie, en Antemio y en Vitruvio? La respuesta a estas preguntas es a veces evidente y a veces totalmente oscura: habría que hablar de titubeos, de olfato, de sospecha, de azar, de encuentros fortuitos o provocados, o fortuitamente provocados: meandros en medio de las palabras; no pienso sino que busco palabras, en el montón debe haber una que precisará esta vaguedad, esta vacilación, esta agitación que más tarde "querrá decir algo".

Se trata también, y sobre todo, de una cuestión de compaginación, de distorsión, de contorsión, de desvío, de espejo,
por ende, de fórmula, como el párrafo siguiente querría demostrar.



K) Aforismos

Marcel Benabou (Un aphorisme peut en cacher un autre, Bibliothèque Oulipienne, n° 13, 1980) concibió una máquina para fabricar aforismos; ella se compone de dos partes: una gramática y un léxico.

La gramática cuenta con cierta cantidad de fórmulas comúnmente utilizadas en la mayor parte de los aforismos; por ejemplo:

A es el camino más corto de B a C
A es la continuación de B por otros medios
Un poco de A nos aleja de B, mucho nos acerca
Los pequeños A hacen los grandes B
A no sería A si no fuera B
La felicidad está en A, no en B
A es una enfermedad cuyo remedio es B
Etcétera.

El léxico enumera pares (o tríos, o cuartetos) de palabras que pueden ser falsos sinónimos (amor/amistad, palabra/lenguaje), antónimos (vida/muerte, forma/fondo, recuerdo/olvido), palabras fonéticamente próximas (fe/ley, amor/humor), palabras agrupadas por el uso (crimen/castigo, hoz/martillo, ciencia/vida), etcétera.

Si se inyecta el vocabulario en la gramática se produce ad libitum un sinfín de aforismos, algunos más con más sentido que otros. De aquí en adelante, un programa de computación elaborado por Paul Braffort produce a pedido una buena docena en pocos segundos:

El recuerdo es una enfermedad cuyo remedio es el olvido.
El recuerdo no sería recuerdo si no fuera olvido
Lo que viene por el recuerdo se va por el olvido
Los pequeños olvidos hacen los grandes recuerdos
El recuerdo multiplica nuestras penas el olvido nuestros placeres
El recuerdo libera del olvido, pero, ¿quién nos librará del recuerdo?
La felicidad está en el olvido, no en el recuerdo
Un poco de olvido nos aleja del recuerdo, mucho nos acerca
El olvido reúne a los hombres, el recuerdo los separa
El recuerdo nos engaña con mayor frecuencia que el olvido

Etcétera.
¿Dónde está el pensamiento? ¿En la fórmula? ¿En el léxico? ¿En la operación que los enlaza?




Georges Perec (Francia; Burdeos, 1936-París, 1982)
(Traducción de Carlos Gardini)





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