lunes, 8 de septiembre de 2008

POETA DE LAS CENIZAS -Fragmentos


Soy alguien

que nació en una ciudad llena de pórticos en 1922.
Tengo, por consiguiente, cuarenta y cuatro años bien llevados

(ayer nomás dos o tres soldados, en un bosquecito de putas,
me dieron veinticuatro, —pobres chicos
que tomaron a un niño por alguien de su edad);

mi padre murió en el '59, mi madre está viva.

Lloro todavía, cada vez que lo recuerdo,

por mi hermano Guido,

partisano muerto por otros partisanos, comunistas

(él pertenecía al partido de Acción, y yo se lo había
recomendado; inició la Resistencia como comunista),

en las montañas, malditas, de una frontera talada

con pequeñas colinas grises y prealpes desolados.

En cuanto a la poesía, empecé a los siete años:
pero no era precoz sino por voluntad.
Fui un "poeta de siete años"
—como Rimbaud—pero únicamente en la vida.

Ahora, en un pueblito entre el mar y la montaña,

donde estallan grandes temporales,
en invierno llueve mucho,

en febrero se ven las montañas claras como el vidrio

apenas más allá de las ramas húmedas,

donde después nacen las prímulas sin perfume

en las zanjas, y en verano, las parcelas, pequeñas,

de maíz, alternando con el verde oscuro de la alfalfa

se dibujan contra el cielo esfumado

como un paisaje misteriosamente oriental,
ahora, en ese pueblito, hay un cofre lleno de manuscritos
de uno de los tantos niños poetas.

La cosa más importante de mi vida ha sido mi madre
—(a la que se agregó ahora únicamente Ninetto).
En el '42, en una ciudad donde mi país
es de tal manera él mismo que parece un país de sueño,
con la gran poesía de la impoeticidad,
hormigueante de campesinos y pequeñas industrias,

mucho bienestar, buen vino, buena comida,
gente educada y rústica, un poco vulgares pero sensibles,
en esa ciudad publiqué mi primer librito de versos,
con el título, por entonces conformista, de "Poemas a Casarsa",
dedicado, por conformismo también, a mi padre,
que lo recibió en Kenia,

—estaba allá prisionero, víctima ignara y sin crítica
de la guerra fascista.
Le dio un inmenso placer, lo sé, recibirlo:
éramos grandes enemigos,
pero nuestra enemistad formaba parte del destino,

estaba fuera de nosotros.
El signo de nuestro odio, signo ineluctable,
signo para una investigación científica que no falla,

—que no puede fallar,— ese libro dedicado a él

¡estaba escrito en dialecto friulano!

¡El dialecto de mi madre! El dialecto de un mundo
pequeño, que él no podía no despreciar,
—o al menos aceptar con la paciencia de un padre...
¡Y eso a causa de una contradicción anterior:
una de esas, todavía, que no pueden traicionar los científicos!
Allí, donde se hablaba ese dialecto,
él se había enamorado.

Enamorado, de mi madre.
Así, a través de ella, el mundo pequeño, inferior,
campesino, casi negro, que él despreciaba
lo había vuelto esclavo:

pero también esta vez, él no lo sabía.
No sabía que su patrón era aquel amor
que a través de una mujer niña (¡mi madre!),

bella, de bella garganta, de alma demasiado inocente
de ángel inadaptado para vivir fuera de los pueblos,
justamente, lejos de los campos,
había vuelto vanas todas sus certidumbres morales
de mísero hombre hecho para ser él el patrón.
Así, ese dialecto, era una cosa diabólica.
Era el centro de mil contradicciones,
donde la más dolorosa era el hecho
de que no podía ser admitida:

estaba consagrada por la edición
y por las cándidas páginas de un libro de poesía
del que su hijo de veinte años era el Autor...

...
Huí con mi madre y una valija y algunas joyas que resultaron falsas,
en un tren lento como los trenes cargueros,
por la llanura friulana cubierta de una ligera y dura capa de nieve.
Íbamos hacia Roma.
Nos íbamos entonces, una vez abandonado mi padre
junto a una pequeña estufa de pobres, con su viejo capote militar
y su horrible cólera de cirrótico y sus síndromes paranoides.
Ya viví esa página de novela, la única de mi vida;
por lo demás, he vivido en medio de un poema lírico, como todo obseso.
Tenía también entre mis manuscritos mi primera novela:
era la época del "Ladrón de bicicletas"
y los literatos descubrían Italia.
(Ahora ya no soy un literato,
los evito, no tengo nada que ver con sus premios y su prensa).
Llegamos a Roma, ayudados por un dulce tío mío,
que me dio algo de su sangre:

yo vivía como puede hacerlo un condenado a muerte
siempre con ese pensamiento como una carga,
—deshonor, desocupación, miseria.
Mi madre fue reducida durante un tiempo a hacer de mucama.
Y yo no me curaré más de ese mal.

Porque soy un pequeño burgués, y no sé sonreír como Mozart...
En un film —que se llama "Pajarracos y pajaritos"
ensayé, ciertamente, hacer una obra cómica,
suprema ambición para un escritor,
—pero pude hacerla sólo en parte,
porque soy un pequeño burgués
y tengo tendencia a dramatizarlo todo.


¿Cómo me hice marxista?
Y bien... iba entre las florecillas primaverales, blancas y celestes,

que nacen justo después de las prímulas,
—y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana, que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación—
y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas...

...Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,

se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.

Y es así como supe que eran jornaleros,

y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.

(...)
¡Oh América! ¡Qué grande es tu espiritualismo!
¡Y será más grande aún cuando su inocencia sea desencantada!
Amo a Ginsberg: hacía tanto tiempo que no leía poemas de un hermano poeta-
creo desde siempre, en este país de temporales y de prímulas,
donde leí los cantos griegos de Tommaseo, y a Machado.
Ningún artista y ningún país es libre.
Es una viviente contestación.
Pound va a la cárcel como Siniavskij y Daniel,
y el señor Lennon escandalizó al mundo entero, hasta a los rusos, creo.
(...)

En cuanto a mí,
un inocente no es creído jamás,

está demasiado ocupado en pensar

en un río celeste entre grandes playas arenosas
al pie de las montañas,
que corre bajo el sol de sus padres, en otras vidas,
en vidas interpretadas de otro modo,
en otro sentido de la vida,

que no es solamente el de los sueños,

si nuestra vida no es sino una sombra
sobre nuestra verdadera vida,
que no conocemos.
En Roma, del '50 hasta hoy, agosto de 1966,

no hice más que sufrir y trabajar vorazmente.

Enseñé, después de ese año de desocupación y de agonía,
en una escuelita privada, por veintisiete dólares al mes:

mientras mi padre nos había encontrado

y no hablamos nunca de nuestra fuga, la de mi madre y yo.

Fue un hecho normal, un desplazamiento en dos tiempos.
Habitamos una casa sin techo ni revoque,

una casa de pobres, en la extrema periferia, cerca de una cárcel.
Había un palmo de polvo durante el verano; en el invierno era un pantano.

Pero era Italia, Italia desnuda y hormigueante,
con sus muchachos, sus mujeres,

sus olores de jazmín y de sopas pobres,

las puestas de sol en los campos del Aniene, las pilas de basura,
y, por mi parte, mis sueños íntegros de poesía.

Todo, en la poesía, podía tener solución.

Me parecía que Italia, su descripción y su destino,

dependía de eso que yo escribía,

en esos versos impregnados de realidad inmediata,

y ya no más nostálgica, como si la hubiera ganado con el sudor.
El hecho de que yo fuera rico de cultura y de amor no tenía importancia.

El hecho de que, algunos días, no tuviera siquiera

cien liras para afeitarme era lo peor:
mi perfil económico, si bien inestable y loco,
era, por esa época, en muchos aspectos,
semejante al de la gente entre la que yo habitaba:

en eso éramos verdaderamente hermanos, o al menos semejantes.

Y es por eso, creo, que pude comprenderlos verdaderamente...
...La burguesía italiana, a mi alrededor,
como una banda de asesinos.

Y no espero ciertamente un mejor recibimiento

de la burguesía americana.
En el mundo del capital la vida es una apuesta
a ganar o a perder: es la condición humana
de la laicicidad burguesa.

El que se descubre, o confiesa,
y no teme el ridículo,
termina mal: es la ley.

Queridos americanos, no pacifistas,y no espiritualistas,
es decir enorme mayoría bienpensante,
vuestro Dios es un idiota
como todo ciudadano medio
que desea con todas sus fuerzas y con todo su espíritu

ser como los otros:
y es debido a ese amor loco por la igualdad que la odia.
¿Quién de entre ustedes lloró
por el joven griego condenado a muerte

por objeción de conciencia?
Hagan un breve examen de conciencia:

quien no virtió esas lágrimas es un cerdo.
Pero no hago sino un poema
bio-bibliográfico; volvamos al tema...


...
Falsamente he abjurado del compromiso,
porque sé que el compromiso es ineluctable,

y hoy más que nunca, les diré
que no solamente hay que comprometerse
en la escritura, sino también en la vida:
hay que resistir en el escándalo
y la cólera, más que nunca,
ingenuos como bestias en el matadero,
turbados como víctimas, justamente:
hay que decir más fuerte que nunca el desprecio

contra la burguesía, gritar contra su vulgaridad,

escupir sobre la irrealidad que ella eligió como única realidad,
no ceder con un acto o una palabra
en el odio total contra ellas, sus policías,
sus magistraturas, sus televisiones, sus diarios: y aquí
yo, pequeño burgués que dramatiza todo,
tan bien criado por su madre en el espíritu

dulce y tímido de la moral campesina,
quisiera tejer el elogio
de la suciedad, de la miseria, de la droga y del suicidio:

yo, poeta marxista privilegiado
que posee instrumentos y armas ideológicas para combatir,

y mucho moralismo para condenar el puro acto escandaloso,
yo, tan profundamente como es preciso,
hago el elogio, porque la droga, el horror, la cólera, el suicidio

son, con la religión, la única esperanza que queda:
contestación pura y acción
sobre la que se mide la enorme equivocación del mundo...

...
Así declinó la estima por la poesía, típico
de las infancias que creen en la eternidad;

ilusión que no entierra los nacionalismos,
confiando, inocentemente,
(con una pasión infantil) en lo absoluto
de la lengua de una nación,
su utilización en canto, en música
(lo que es absolutamente absurdo apenas
pasada la aduana); ilusión
que no entierra ni siquiera la lógica y el clasicismo

(un miserable filólogo puede reconstruir,

entre una palabra y otra
—aislado y hundido en su silencio—

el discurso cortado, un pobre discurso

sin ideas, sin religión sino el culto
muy poco religioso, finalmente,
de la poesía en la literatura). Pero no ha declinado solamente
la estima por esta poesía

que pertenece a la pequeña historia de mi tiempo

(en el que estoy atrapado
sin poder retirar un solo rostro,
ni el más extranjero,
ni un solo libro, ni el más olvidado),

sino la estima por la poesía misma.
No es la poesía nunca, entonces, la que cuenta.

Al menos si ella es concebida como poesía.
¡La lengua de la acción, de la vida

que se representa

es infinitamente más fascinante!
Es ella la que se reconstituye
—apenas cerrada—

a partir de un libro de poesía:
ella está antes y después;

entre los dos hay un vehículo expresivo
que la evoca, eso es todo. Trabajo de brujas.

Y es gracias a esta lengua

del no-yo que se expresa

con un derecho igual, que la habilidad da al poeta

una fuerza igual al yo.

Pero la profesión del poeta en tanto tal
es cada vez más insignificante.
¿Es acaso verdaderamente necesario

introducir esa lengua viviente
en una lengua de convención

para que ella se libere de eso

volviendo a ser lo que es, viviente, en el lector?

¿No sabe, acaso, él dialogar con la realidad?

¿El humilde valor del poeta

es volver a evocarla como él la ve?

¿Pero eso es serio?

¿Por qué no la contempla en silencio?...


...
En cuanto a mis obras futuras,
verás a un joven llegar un día

a una hermosa casa

donde un padre, una madre, un hijo y una hija

viven ricamente, en un estado que no conoce la crítica,

como si fuera un todo, la vida pura y simple;

hay también una sirvienta (originaria de regiones subproletarias);
viene, ese joven, bello, como un americano,
y, súbitamente, la sirvienta, la primera, cae enamorada de él,

y se levanta las faldas. El le da la dulce,
pesada cólera de su miembro. Luego el hijo

se enamora de él; duermen juntos, en la misma habitación

del chico, con los restos de la infancia; y también al hijo

él le da su miembro de seda, más adulto y potente;

y el mismo don, condescendiente y generoso,
porque él es el que da, le hará a la madre,
que adoró sus ropas, los pantalones, la remera,

el slip, dejados en un bungalow

un día caluroso de verano, sobre el mar Tirreno;

y aún el mismo don le hará al padre, transformándose

en padre del padre —porque él, con ambigua dulzura materna,
es, por nombre, padre—
al padre que se despertó al alba
con un dolor de estómago que lo parte en dos,

y que descubre, alzándose para ir al baño,

la belleza muda de las cuatro de la mañana

con el fulgor del sol... y que descubrirá su amor

con la misma maravilla con que descubrió aquel sol...

...El mismo don de su miembro, durante las horas

de la enfermedad del padre -y antes que el padre-
él le dará a la hija de catorce años, enamorada de su padre, y que descubre, al joven todo amor
a través de los ojos enamorados, justamente, del padre.
Después el joven se va:
la ruta al fondo de la que desaparece
permanece desierta para siempre...


...
Antes del Padre y la Madre,
había, en el paraíso terrenal, un Primer Padre,
y en su intimidad hemos vivido primero.
Pero después, lo importante fue el amor de la madre

con quien nos hemos identificado
porque no podemos vivir
sino identificándonos con alguien.
No podemos, por lo tanto, concebir amor
que no tenga la dulzura maternal.

Aquel Primer Padre tiene dulzura de Madre.
Pero, en una familia burguesa,
el padre no está sino para desencadenar dramas morales.
La religión, la religión del vínculo directo con Dios

está todavía en el mundo anterior

al de la burguesía.

Los obreros observan...



...
Aquí están. Estas son las obras que anhelaría hacer,
que son mi vida futura —pero también pasada—y presente.

Sabes,...
qué poco vale la vida. Por eso yo querría
tan solo vivir
aún siendo poeta,
porque la vida se expresa también por sí misma.

Quisiera expresarme con ejemplos.
Arrojar mi cuerpo en la lucha.
Pero si las acciones de la vida son expresivas,
la expresión, también, es acción.
No esta expresión de poeta renunciatario,
que no dice sino cosas
y utiliza la lengua como vos, pobre, directo instrumento;

sino la expresión desatada de las cosas,
los signos hechos música,
la poesía cortada y oscura,
que no expresa nada más que ella misma,
según la idea bárbara y exquisita

de que la poesía sea sonido misterioso
entre los signos orales de una lengua.
Yo entregué a mis coetáneos y también a los más jóvenes
esta bárbara y exquisita ilusión: y te hablo brutalmente.

Y, porque no puedo volver atrás,
y tomarme por un chico salvaje,
que cree que su lengua es la única del mundo,
y que en sus sílabas siente misterios musicales
que sólo sus compatriotas, semejantes a él por carácter
y locura literaria, pueden percibir
—en tanto que poeta seré poeta de cosas.
Las acciones de la vida sólo serán comunicadas,
y serán la poesía, porque, te repito,
no hay otra poesía que la acción real
(temblás sólo cuando la volvés a encontrar

en los versos, o en las páginas en prosa,
cuando su evocación es perfecta).
No haré esto con alegría.
Tendré siempre la nostalgia de aquella poesía
que es acción por sí misma, en su apartarse de las cosas
en su música que no expresa nada
más que la propia árida y sublime pasión por sí misma.
Y bien, te confiaré, antes de dejarte,

que quisiera ser compositor de música,
vivir con instrumentos
en la torre de Viterbo que no logro comprar,
en el más bello paisaje del mundo, donde Ariosto

estaría loco de alegría al sentirse recreado
con toda la inocencia de las encinas, montes, aguas y hondonadas
y allí componer música, la única acción expresiva
acaso, alta, e indefinible
como las acciones de la realidad.




Pier Paolo Pasolini
(Italia, Bolonia, 1922- Roma, 1975)



(Traducción de Arturo Carrera)



Sono uno/ che è nato in una città piena di portici nel 1922./ Ho dunque quarantaquattro anni, che porto bene/ (soltanto ieri due o tre soldati, in un boschetto di puttane,/ me ne hanno attribuiti vintiquattro, —poveri ragazzi/ che hanno preso un bambino per un loro coetaneo);/ mio padre è morto nel '59,/ mia madre è viva./ Piango ancora, ogni volta che ci penso/ su mio fratello Guido,/ un partigiano ucciso da altri partigiani, comunisti/ (era del Partito d'Azione, ma su mio consiglio/ lui aveva cominciato la Resistenza come comunista),/ sui monti, maledetti, di un confine/ disboscato con piccoli colli grigi e sconsolate prealpi./ Quanto alla poesia, ho cominciato a sette anni:/ ma non ero precoce se non nella volontà./ Son stato un "poeta di sette anni"—/ come Rimbaud — ma solo nella vita./ Ora, in un paese tra il mare e la montagna,/ dove scoppiano grandi temporali, d'inverno piove molto,/ in Febbraio si vedono le montagne chiare come il vetro,/ appena al di là dei rami umidi, e poi nascono le primule sui fossi/ inodore, e d'estate gli appezzamenti, piccoli, di granoturco/ alternati a quelli verdecupo dell'erba medica/ si disegnano contro il cielo sfumato/ come un paesaggio misteriosamente orientale, —/ ora, in quel paese,/ c'è una cassapanca piena dei manoscritti di uno dei tanti ragazzi poeti./ La cosa più importante della mia vita é stata mia madre/—(le si è aggiunto solo ora Ninetto)./ Nel '42 in una città dove il mio paese è così se stesso/ da sembrare un paese di sogno, con la grande poesia dell'impoeticità/ formicolante di gente contadina e piccole industrie/molto benessere/buon vino, buona tavola,/gente educata e grossolana, un po'volgare ma sensibile,/ in quella città ho pubblicato il primo libriccino di versi,/ col titolo, per allora, conformista di "Poesie a Casarsa"/ dedicato, per conformismo, a mio padre/che l'ha ricevuto nel Kenia/—era là prigioniero, vittima ignara e senza critica/ della guerra fascista./ Gli ha fatto un immenso piacere, lo so, riceverlo:/ eravamo grandi nemici/ ma la nostra inimicizia faceva parte del destino, era fuori di noi./ E segno di quel nostro odio, segno ineluttabile/ segno per un'indagine scientifica che non sbaglia,/ —che non può sbagliare,—/ quel libro dedicato a lui/ era scritto in dialetto friulano!/ II dialetto di mia madre!/II dialetto di un mondo/piccolo, ch'egli nonpotevanon disprezzare/—o comunque accettare con la pazienza di un padre.../ E ciò per una precedente contraddizione:/ una di quelle, ancora, che non possono tradire gli scienziati!/ Là, dove si parlava quel dialetto, egli si era innamorato./ Innamorato, di mia madre./ Così, attraverso lei, il mondo piccolo, inferiore/ contadino, quasi negro, ch'egli disprezzava/ l'aveva reso schiavo:/ ma anche stavolta, lui non lo sapeva./ Non sapeva che il suo padrone era quell'amore/ che attraverso una donna bambina (mia madre!)/ bella, dalla bella gola, dall'anima troppo innocente/ di angelo inadatto a vivere fuori dai paesi, appunto, dai campi/ aveva vanificato tutte le sue certezze morali/ di misero uomo fatto per essere lui, il padrone./ Così, ora quel dialetto/ era una cosa diabolica./ Era il centro di mille contraddizioni./ Di cui la più cocente consisteva nel fatto che non poteva essere ammessa:/ era consacrata dalla stampa/ e dalle candide pagine di un libro di poesia/ di cui il figlio ventenne era l'Autore...Fuggii con mia madre e una valigia e un po' di gioie che risultarono false/ su un treno lento come un merci/ per la pianura friulana coperta da un leggero e duro strato di neve./ Andavamo verso Roma./ Andavamo dunque, abbandonato mio padre/ accanto a una stufetta di poveri/ col suo vecchio pastrano militare/ e le sue orrende furie di malato di cirrosi e sindromi paranoidee./ Ho vissuto quella/ pagina di romanzo, L'Unica della mia vita/ per il resto/ son vissuto dentro una lirica come ogni ossesso./Avevo tra i miei manoscritti anche il mio primo romanzo/ erano quelli i tempi di "Ladri di biciclette"/ e i letterati stavano scoprendo I'talia./ (Ora io non sono più un letterato/ evito gli altri, non ho niente a che fare/ con i loro premi e con la loro stampa)./ Arrivammo a Roma/ aiutati da un mio dolce zio/ che mi ha dato un po' del suo sangue:/ io vivevo come può vivere un condannato a morte/ sempre con quel pensiero come una cosa addosso/ —disonore, disoccupazione, miseria./ Mia madre si ridusse per qualche tempo a fare la serva./ E io non guarirò più di questo male./ Perché io sono un piccolo borghese, e non so sorridere come Mozart.../ In un film —che si chiama "Uccellacci, uccellini"—/ ho tentato, è vero, l'opera buffa, suprema ambizione in uno scrittore/ —ma ci sono riuscito solo in parte/ perché sono un piccolo borghese/ e tendo a drammatizzare tutto// Come sono diventato marxista?/ Ebbene... andavo tra fiorellini candidi e azzurrini di primavera/ quelli che nascono subito dopo le primule/ —e poco prima che le acacie si carichino di fiori/ odorosi come carne umana, che si decompone al calore sublime/ della più bella stagione—/ e scrivevo sulle rive di piccoli stagni/...questo aweniva nel '43:/ nel '45 fu tutt'un'altra cosa/ Quei figli di contadini, divenuti un poco più grandi/ si erano messi un giorno un fazzoletto rosso al collo/ ed erano marciati/ verso il centro mandamentale, con le sue porte/ e i suoi palazzetti veneziani./ Fu cosí che io seppi ch'erano braccianti/ e che dunque c'erano i padroni./ Fui dalla parte dei braccianti, e lessi Marx./ [...]/ Grande è il tuo spiritualismo, America!/ Ma sarà ancora più grande quando sarà sfatata la sua innocenza!/ lo amo Ginsberg:/era tanto che non leggevo poesie di un poeta fratello —/ credo dai tempi, in quel paese di temporali e di primule/ in cui ho letto i canti greci di Tommaseo, e Machado./ Nessun artista in nessun paese è libero./ Egli è una vívente contestazione./ Pound va in prigione come Siniavskij e Daniel,/ e il Sig. Lennon ha scandalizzato tutti, credo anche i Russi./ [...]/ Quanto a me/ un innocente non è mai creduto/ ed egli del resto è troppo occupato a pensare/ a un fiume celeste tra grandi ghiaie pedemontane,/ che scorre nel sole dei suoi genitori,/ in altre vite/ in vite interpretate in altro modo/ in un significato diverso della vita,/ che non è neanche quello dei sogni/ se la nostra vita non è che un'ombra/ sulla nostra vera vita che non conosciamo.// A Roma, dal '50 a oggi, Agosto del 1966/ non ho fatto altro che soffrire e lavorare voracemente./ Ho insegnato, dopo quell'anno di disoccupazione e fine della vita/ in una scuoletta privata, a ventisette dolían al mese:/ frattanto mio padre/ ci aveva raggiunto/ e non parlammo mai della nostra fuga, mia e di mia madre./ Fu un fatto normale, un trasferimento in due tempi./Abitammo in una casa senza tetto e senza a intonaco/ una casa di poveri, all'estrema periferia, vicino a un carcere/ C'era un palmo di polvere d'estate, e la palude d'inverno./ Ma era l'Italia, l'Italia nuda e formicolante/ coi suoi ragazzi, le sue donne/ i suoi odori di gelsomini e povere minestre/i tramonti sui campi dell'Aniene, i mucchi di spazzature/ e, quanto a me/ i miei sogni integri di poesia./ Tutto poteva, nella poesía, avere una soluzione./ Mi pareva che l'Italia, la sua descrizione e il suo destino/ dipendesse da quello che io ne scrivevo/ in quei versi intrisi di realtà immediata/ non più nostalgica, quasi l'avessi guadagnata col mio sudore./ Non aveva peso il fatto ch'io fossi ricco di cultura e amore/ aveva molto piùi peso il fatto che io, certi giorni/ non avessi nemmeno le cento lire per farmi radere la barba dal barbiere:/ la mia figura economica, benché instabile e folie/ era in quel momento, per molti aspetti/ simile a quella della gente tra cui abitavo:/ in questo eravamo proprio fratelli, o almeno pari./ Perciò, credo, ho molto potuto capirli./ [...]La borghesia italiana interno a me è una torma di assassini./ Non spero certo migliore accoglienza dalla borghesia americana./ Nel mondo del capitale la vita è una scommessa/ da vincere e da perdere:/ è la condizione umana del laicismo borghese./ Chi si scopre, o si confessa, o non teme il ridicolo/ finisce male: è la legge./ Cari americani, non pacifisti e non spiritualisti,/ ossia enorme maggioranza benpensante/ il vostro Dio è un idiota/ come ogni cittadino medio/ che desidera con tutte le sue forze e con tutto il suo spirito/ di essere come tutti gli altri:/ ed è per questo suo amore folie per l'uguaglianza, che la odia./ Chi di voi ha pianto/ per il ragazzo greco condannato a morte/ per obiezione di coscienza?/ Fate un breve esame di coscienza:/ chi non ha versato queste lacrime è un porco// Ma io non sto che facendo un poema/ bio-bibliografico, torniamo all'argomento:... Vi ho falsamente abiurato dall'impegno/ ma perché so che l'impegno è inderogabile/ e oggi più che mai./ E oggi, vi dirò, che non solo bisogna impegnarsi nello scrivere/ ma nel vivere:/ bisogna resistere nello scandalo/ e nella rabbia, più che mai/ ingenui come bestie al macello/ torbidi come vittime, appunto:/ bisogna dire più alto che mai il disprezzo/ verso la borghesia, urlare contro la sua volgarità/ sputare sopra la sua irrealtà che essa ha eletto a realtà/ non cedere in un atto e in una parola/ nell'odio totale contro di esse, le sue polizie/ le sue magistrature, le sue televisioni, i suoi giornali:/ e qui/ io, piccolo borghese che drammatizza tutto/ cosi bene educato da mia madre nella dolce e timida anima/ della morale contadina/ vorrei tessere un elogio/ della sporcizia, della miseria, della droga e del suicidio:/ io privilegiato poeta marxista/ che ha strumenti e armi ideologiche per combatiere/ e abbastanza moralismo per condannare il puro atto di scandalo/ io, profondamente perbene/ faccio questo elogio, perché, la droga, lo schifo, la rabbia/ il suicidio/ sono, con la religione, la sola speranza rimasta:/ contestazione pura e azione/ su cui si misura l'enorme torto del mondo...Cosí è decaduta la stima per la poesia, tipica/ delle infanzie che credono nell'eterno; illusione/ che non affossa i nazionalismi, inconsciamente, credendo/ (con infantile passione) nell'assolutezza/ della lingua di una nazione; nel suo uso di canto o musica/ (ch'è assolutamente assurda/ appena passata la dogana); iIlusione/ che non affossa neanche la logica e il classicismo/(un misero filologo può ricostruire tra parola e parola/—isolata e confitta nel silenzio— il discorso tagliato,/ un povero discorso/ senza idee, senza religione se non il culto/ assai poco religioso, infine, della poesia nella letteratura)./ Ma non solo è caduta/ la stima per questa poesia/ che è della storia piccola del mio tempo/ (in cui mi trovo incastrato/ senza potervi sfilare un solo volto, anche il più estraneo,/ un solo libro, anche il più dimenticato),/ ma per la poesia stessa. Non è essa, dunque, che conta, mai. Almeno se concepita come poesia./ La lingua dell'azione, della vita che si rappresenta/ è così infinitamente più affascinante!/ E essa che si ricostituisce —appena chiuso—/ da un libro di versi: essa è prima e dopo in mezzo c'è un veicolo espressivo/ che la evoca, ecco tutto. Opera di stregoni./ Solo per quella lingua del non-io che si esprime/ con pari diritto, pari forza dell'io,/ dà a poeta/ l'abilità./ Ma la professione di poeta in quanto poeta/ è sempre più insignificante. E proprio necessario/ immettere quella lingua vivente in una lingua di convenzione/ perché vi si liben, tornando quella che è, vivente, nel lettore?/ Non sa, egli, dialogare con la realtà?/ L'umile valore del poeta/ è rievocarla così come egli la vede? Ma ciò è serio?/ Perché non la contempla in silenzio,...Quanto alie mie opere future, [...]/ vedrai un giovane arrivare un giorno/ in una bella casa/ dove un padre, una madre, un figlio e una figlia/ vivono da ricchi, in uno stato che non critica se stesso,/ quasi fosse un tutto, la vita pura e semplice/ c'è anche una serva (di paesi sottoproletari); viene/ il giovane/ bello come un americano/ e súbito, per prima, la serva si innamora di lui/ e si tira su le sottane. Egli le dà la dolce/ pesante rabbia del suo membro. S'innamora, poi/ di lui, il figlio; dormono i due, nella stessa camera/ del ragazzo, coi resti dell'infanzia; ed anche al figlio/ egli dona il suo membro di seta, più adulto e potente/ e lo stesso dono, accondiscendente e generoso/ perché egli è colui che da, egli fará alia madre/ adoratrice delle sue vesti, i calzoni, la maglietta/ gli slip, lasciati in uno chalet/ in un caldo giorno d'estate, sul Tirreno/ e ancora lo stesso dono egli farà al padre, divenendo/ padre del padre —poiché egli, con ambigua dolcezza materna/ e, per nome, padre—/ al padre svegliato all'alba/ da un dolore che lo taglia a metà/ alia pancia, e scopre, alzandosi per andare in bagno/ la bellezza muta delle quattro del mattino/ col sole già folgorante... e scoprirà il suo amore/ con la stessa meraviglia/ con cui ha scoperto quel sole:...Lo stesso dono del membro, durante le ore/ della malattia del padre —e prima che al padre—/ egli farà alla figlia quattordicenne, innamorata/ di suo padre, e che lo scopre, il giovane tutto amore/ attraverso gli occhi innamorati, appunto, del padre. Poi/ il giovane se ne va:/ la strada in fondo a cui scompare/ resta deserta per sempre...Prima del Padre e della Madre/nel paradiso terrestres era un Primo Padre/ è nella sua intimità che, primamente, siamo vissuti./ Ma poi, l'importante è stato l'amore della madre/ con cui ci siamo identificati/ perché non possiamo vivere se non/identificandoci con qualcuno. Non possiamo, quindi/ concepire amore che non abbia la dolcezza materna./ Quel primo Padre ha così dolcezza di Madre./ Ma in una famiglia borghese/ egli non è più in grado/ che di scatenare drammi morali./ La religione, la religione del rapporto diretto con Dio/ è ancora nel mondo anteriore a quello della borghesia./ Gli operai stanno a guardare/ [...]...Tu sai, [...]...che nulla vale la vita./ Perciò io vorrei soltanto vivere/ pur essendo poeta/ perché la vita si esprime anche solo con se stessa./ Vorrei esprimermi con gli esempi/ Gettare il mio corpo nella lotta./ Ma se le azioni della vita sono espressive/ anche l'espressione è azione./ Non questa mia espressione di poeta rinunciatario/ che dice solo cose/ e usa la lingua come te, povero, diretto strumento/ ma l'espressione staccata dalle cose/ i segni fatti música/ la poesia cantata e oscura/ che non esprime nulla se non se stessa/ per una barbara e squisita idea ch'essa sia misterioso suono/ nei segni orali di una lingua./ lo ho abbandonato ai miei coetanei e anche ai più giovani/ tale barbara e squisita illusione: e ti parlo brutalmente./ E, poiché non posso tornare indietro/ a fingermi un ragazzo barbaro/ che crede la sua lingua l'unica lingua del mondo/ e nelle sue sillabe sente misteri di musica/ che solo i suoi connazionali, simili a lui per carattere/ e letteraria follia, possono sentire/ —in quanto poeta sarò poeta di cose./ Le azioni della vita saranno solo comunicate/ e saranno esse, la poesia/ poiché, ti ripeto, non c'è altra poesia che l'azione reale/ (tu tremi solo quando la ritrovi/ nei versi, o nelle pagine in prosa/ quando la loro evocazione è perfetta) Non farò questo con gioia./ Avrò sempre il rimpianto di quella poesia/ che è azione essa stessa, nei suo distacco dalle cose/ nella sua musica che non esprime nulla/ se non la propria arida e sublime passione per se stessa./ Ebbene, ti confiderò, prima di lasciarti/ che io vorrei essere scrittore di musica/ vivere con degli strumenti/ dentro la torre di Viterbo che non riesco a comprare/ nel paesaggio più bello del mondo, dove l'Ariosto/ sarebbe impazzito di gioia nei vedersi ricreato con tanta/ innocenza di querce, colli, acque a botri/ e lì comporre música/ l'unica azione espressiva/ forse, alta, e indefinibile come le azioni della realtà.


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