Está escrito en la losa, en la vara, en la argamasa,
en el oficio, en la ceguera, en el hambre,
en la cortina que se agita y en la que se rasga,
en el antiguo bosque y en la jornada lluviosa,
en la boya que flota, en la espera,
en el zorro que persigue a su presa
y en el zorro disecado junto a la ventana;
está escrito en cada gota, en cada semilla,
en el primer tambor y en la última trompeta,
en el olor a madera de roble, en la dársena más olvidada,
en el mal y en la cura, en la sal y en la escama,
en la piedra verde, en la piedra roja, en la piedra blanca,
en el viento del este, en la cola del cometa,
en el amor, en el veneno, en el metro patrón,
en sílabas, acechos, escarchas, cúpulas:
No hay vida luego de la vida,
siempre hay muerte después de la muerte.
Y es Tiempo, no Amor, lo que juzga.
(Inédito)*
Carlos Barbarito (Buenos Aires, Pergamino, 1955)
*Enviado especialmente por su autor para este blog.
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