jueves, 18 de marzo de 2010

El mar





Sorprendentes carnadas llueven del cielo.
Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo el océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro. Sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. Hubo un amor que llueve, hubo un día claro que llueve ahora sobre el mar.
Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor, ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas carnadas sobre la sombra de los peces del mar.
Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de días claros, de amores que no alcanzaron a decirles.
El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que llueven y de días claros pegados a ellas, se dice de amores inconclusos, de días claros e inconclusos, que llueven para los peces del mar.


La nieve

Los cuerpos caen como trocitos de hielo en la inmensidad encostrada. Está el viento, luego el suave abrazo de sus nieves hermanas, gemelas. La nieve de la cordillera fosforece en la noche doblándose. Fosforece también con ellos.
Ahora son extraños copos de nieve rosa que las nieves hermanas abrazan. Que los barrancos de las cordilleras abrazan. Que las miles de flores blancas que crecen en los abismos de las cordilleras abrazan.
Es eso. Está la noche, la nieve rosa, las flores blancas del fondo de los abismos. Sus cuerpos nievan. Son raros copos que caen, extraños trocitos de nieve o granizo que caen en la noche rosada de las montañas.
Mauricio, Odette, María, Rubén. Las pequeñas flores toman el color rosa de la nevada.

(De: Inri,
Santiago, Chile
Enero 2001/marzo 2002)


Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)


(Selección: Marisa Negri)


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