En los tiempos en que todavía era un poeta
sucedió que me enamoré
de una estatua
Pude seducirla
cuidarla de otras manos
dejarla erguida en el jardín
Los problemas empezaron
el día de su primer palabra
Desde aquel momento
miro cómo me cagan las palomas
y no me cansa dejar la mano extendida
saludando un parque vacío
En el hueco del otro brazo
alguien suele ponerme
un diario doblado a la mitad
(De Caballo en la catedral, 1999)
Horacio Fiebelkorn (Argentina, La Plata, 1958)
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