La gallina es el mejor ejemplo de a qué conduce la íntima convivencia con la gente. Perdió por completo su ligereza y gracia de ave. La cola resalta encima de su prominente trasero como un sombrero demasiado grande de mal gusto. Sus raros momentos de éxtasis cuando se para en un pie y pega sus redondos ojos con membranosos párpados son impresionantemente asquerosos. Y además esa parodia del canto, degolladas súplicas sobre una cosa inefablemente ridícula: un redondo, blanco y sucio huevo.
La gallina recuerda a algunos poetas.
La gallina recuerda a algunos poetas.
Zbigniew Herber (Lviv, Ucrania 1924 -Varsovia, 1998)
(Traducción de Jan Herbert)
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