martes, 28 de abril de 2009

VISIÓN


























¿Acaso fue un marco de ilusión,
En el profundo espejo del deseo,
o fue divina y simplemente en vida
Que yo te vi velar mi sueño la otra noche?

En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
junto a mi lado apareciste
Como un hongo gigante, muerto y vivo,
Brotado en los rincones de la noche,
Húmedos de silencio,
Y engrasados de sombra y soledad.

Te inclinabas a mí, supremamente,
Como a la copa de cristal de un lago
Sobre el mantel de fuego del desierto;
Te inclinabas a mí, como un enfermo
De la vida a los opios infalibles
Y a las vendas de piedra de la Muerte;

Te inclinabas a mí como el creyente
A la oblea de cielo de la hostia...
—Gota de nieve con sabor de estrellas
Que alimenta los lirios de la Carne,
Chispa de Dios que estrella los espíritus—,
Te inclinabas a mí como el gran sauce
De la Melancolía
A las hondas lagunas del silencio;
Te inclinabas a mí como la torre
De mármol del Orgullo,
Minada por un monstruo de tristeza,
A la hermana solemne de su sombra...
Te inclinabas a mí como si fuera
Mi cuerpo la inicial de tu destino
En la página oscura de mi lecho;
Te inclinabas a mí como al milagro
De una ventana abierta al más allá.

¡Yte inclinabas más que todo eso!

Y era mi mirada una culebra
Apuntada entre zarzas de pestañas,
Al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
Glisando entre los riscos de la sombra
A la estatua de lirios de tu cuerpo.

Tú te inclinabas más y más... y tanto,
Y tanto te inclinaste,
Que mis flores eróticas son dobles,
Y mi estrella es más grande desde entonces.
Toda tu vida se imprimió en mi vida...

Yo esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnífico; un abrazo
De cuatro brazos que la gloria viste
De fiebre y de milagro. ¡Será un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
Cuatro raíces de una raza nueva:

Y esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnifico...

Y cuando
Te abrí los ojos como un alma, y vi
¡Que te hacías atrás y te envolvías
En yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!



Delmira Agustini



Delmira Agustini (Montevideo, 1886-1914). Destacada poetisa uruguaya adscrita al modernismo, que inauguró con su obra lírica la trayectoria de la poesía femenina del siglo XX en el continente sudamericano. Formó parte de la llamada "generación de 1900" a la que también pertenecieron J. Herrera y Reissig, L. Lugones y R. Darío, al que consideraba su maestro, y con el que mantuvo correspondencia tras conocerlo en 1912 en Montevideo. Su obra se vincula a la vasta corriente modernista rioplatense, dominada mayoritariamente por hombres, y contó con la admiración de las principales figuras de la época como el propio R. Darío, M. de Unamuno y Manuel Ugarte. La tónica general de su poesía es erótica, con imágenes de honda belleza y originalidad. El mundo de sus poemas es sombrío y atormentado, con versos de una musicalidad excepcional. Su lirismo llega a profundidades metafísicas que contrastan con su juventud. Perteneció a una familia acomodada, descendiente de alemanes, franceses y porteños. Todos ellos sobreprotegían su vocación poética, con la que escandalizó a la burguesa sociedad rioplatense. En su infancia realizó estudios de francés, música y pintura. Su vida y su personalidad están llenas de enigmas y contradicciones. En su corta vida tuvo una terrible peripecia sentimental que provocó su muerte trágica: su matrimonio con Enrique Reyes, la separación posterior y el asesinato a manos de su ex marido. Tras su desaparición nació un mito que desafía a ensayistas y biógrafos y sigue vigente en infinidad de versiones. Desde temprana edad envió colaboraciones en prosa a la revista Alborada, que se publicaba por entonces en la capital de su país. En 1907 editó su primer poemario, El libro blanco, al que siguieron Cantos de la mañana (1910) y Los cálices vacíos (1913). Después de su muerte, en 1924, salieron a la luz las Obras completas (tomo 1, El rosario de Eros; tomo 2, Los astros del abismo) y en 1969 su Correspondencia íntima.



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